jueves, 20 de noviembre de 2008

Índice

1. Introducción

2. Cronología Preliminar
2.1 La conquista
2.2 La ciudad de los soldados
2.3 La ciudad de los colonos
2.4 Las reformas borbónicas
2.5 La guerra de independencia
2.6 El período de anarquía
2.7 El fin de la ciudad religiosa
2.8 El esplendor del porfiriato
2.9 La revolución mexicana
2.10 Aparición de las tendencias metropolitanas
2.11 Y la ciudad se convirtió en una metrópoli
2.12 La ciudad contemporánea
2.13 Cuadro sinóptico de la cronología de la Ciudad de México

3. El significado del nombre de México
3.1 De cómo el nombre pasó de una etnia a denominar un país
3.2 Campo de significados
3.3 El gran mito

4. Conceptos fundamentales
4.1 Distrito Federal
4.2 Área Urbana de la Ciudad de México
4.3 Zona Metropolitana de la Ciudad de México
4.4 Megalópolis
4.5 ¿Es la Ciudad de México la más grande del mundo?

5. El marco geográfico
5.1 Los escenarios nacionales
5.2 El México nuclear
5.3 La Cuenca del Valle de México

6. Los primeros pobladores
6.1 De la edad de piedra a la vida sedentaria
6.2 El primer centro urbano y ceremonial: Cuicuilco

7. Modelos de Ciudades
7.1 Teotihuacán
7.2 Tula

8. México-Tenochtitlán
8.1 Los modestos orígenes
8.2 Relación de tlatoanis
9. La conquista
9.1 Los augurios funestos
9.2 Del lado de los europeos
9.3 Con rumbo a México-Tenochtitlán
9.4 La campaña sobre México-Tenochtitlán

10. La ciudad de los soldados (Siglo 16)
10.1 La Traza
10.2 Sitios de interés
10.2.1 La Plaza Mayor
10.2.2 Edificio del Ayuntamiento
10.2.3 El Palacio Real
10.2.4 La Catedral
10.2.5 Los Portales
10.2.6 Palacio del Arzobispado
10.2.7 La primera universidad
10.2.8 Primera imprenta
10.2.9 La Picota
10.2.10 Otros aspectos
10.2.10.1 Abasto de agua
10.2.10.2 Inundaciones
10.2.10.3 La alameda
10.2.10.4 Una madre compasiva
10.2.10.5 Ciudad oscura

11. La ciudad de los colonos (Siglo 17)
11.1 Caracterización general
11.2 El desagüe y la gran inundación de 1629
11.3 Reminiscencias de México-Tenochtitlán
11.4 Oficios y comercios
11.5 La educación
11.6 El acueducto de San Cosme
11.7 La sublevación de 1692
11.8 Las castas
11.9 Los virreyes
11.10 Las malas palabras

12. La Ciudad de México en la época de las reformas borbónicas (Siglo 18)
12.1 Visión de conjunto
12.2 Rasgos arquitectónicos
12.3 Ciudad religiosa
12.4 Agua y acueductos
12.5 Combustibles y alumbrado
12.6 Abasto de bienes de consumo
12.7 Suministro de víveres
12.8 Las plazas de la ciudad
12.9 Algunos virreyes notables

13. La Ciudad de México durante la guerra de independencia (1808-1821)
13.1 Consideraciones generales
13.2 Foro de una discusión
13.3 Amenaza de Hidalgo
13.4 La Plaza de la Constitución
13.5 La conclusión de la catedral metropolitana y Manuel Tolsá
13.6 El paso de José María Morelos
13.7 Escenario de una conspiración

14. El período de anarquía (1821-1876)
14.1 Perspectiva global
14.2 La capital constitucional
14.3 Nombre popular a la plaza mayor
14.4 Una nueva acepción al vocablo colonia
14.5 Arbolado del zócalo
14.6 Los conflictos externos
14.6.1 La primera intervención francesa
14.6.2 La guerra del 47
14.6.3 La segunda intervención francesa
14.7 Secularización de los bienes eclesiásticos
14.8 Los trenes

15. En tiempos de Don Porfirio (1876-1911)
15.1 Para entrar en materia
15.2 Rasgos arquitectónicos
15.3 Delimitación del Distrito Federal
15.4 Las obras del desagüe
15.5 Las nuevas colonias
15.6 El sistema ferroviario
15.7 Los signos del progreso
15.8 La escultórica pública
15.9 Algunos edificios notables
15.10 Rasgos acuáticos

16. …Y vino la Revolución (1910-1920)
16.1 Escenario en disputa
16.1.1 Renuncia de Porfirio Díaz
16.1.2 Entrada triunfal de Francisco I. Madero
16.1.3 La Decena Trágica
16.1.4 Los meses de la dictadura
16.1.5 Los campesinos revolucionarios
16.1.6 Hacia la pacificación
16.2 Deforestación del zócalo y otros acontecimientos menores

17. Los años de la reactivación (1920-1940)
17.1 Supresión del régimen municipal
17.2 Nuevas propuestas arquitectónicas
17.3 Modificación a la nomenclatura del centro
17.4 Una colonia notable
17.5 El Rey Midas de los negocios inmobiliarios
17.6 Nuevas vialidades
17.7 Ecos de la violencia revolucionaria
17.8 Conclusión de dos palacios pensados en el Porfiriato
17.9 Refugio de migrantes

18. De la ciudad porfiriana a la metrópolis
18.1 Las tendencias metropolitanas
18.1.1 La ruptura del centro tradicional
18.1.1.1 Descentralización comercial
18.1.1.2 Ciudad Universitaria
18.1.2 La industrialización
18.1.3 La expansión sobre los municipios colindantes del Estado de México

18.2 Algunos hechos dignos de mención
18.2.1 Los multifamiliares
18.2.2 Las vías rápidas
18.2.3 Crecimiento subterráneo y hacia las alturas
18.2.4 Despeje del Zócalo
18.2.5 Escultórica pública
18.2.6 Programa de construcción de mercados
18.2.7 Terremoto

19. Un recuento provisional de la ciudad contemporánea (1960-1990)
19.1 Rasgos generales
19.2 La expansión urbana
19.3 Trazo de nuevas delegaciones
19.4 Unidad habitacional de dimensiones colosales
19.5 La XIX Olimpiada
19.6 La protesta juvenil y la represión
19.7 Nuevas vialidades
19.8 El sistema del drenaje profundo
19.9 Ampliación del Bosque de Chapultepec
19.10 Los sismos de septiembre de 1985
20. A manera de conclusión

Bibliografía utilizada

1. Introducción

El presente ensayo resume lo recolectado en un curso impartido durante cerca de ocho años, en lo que fue el Programa de Integración de la Universidad Iberoamericana (UIA). La materia, llamada “Historia de la Ciudad de México” se ofrecía a estudiantes de todas las carreras en la Unidad Santa Fe, como una de las tantas optativas del tema dedicado a aspectos sociales e históricos. En el diseño original, cumplía el propósito de brindar en cada unidad de la UIA, la oportunidad de que los alumnos conocieran la historia de la región donde se encontraba asentada.

En la época en la cual se nos encomendó esta responsabilidad, la documentación era ya abundante, una simple consulta en la Biblioteca de la universidad nos daba una impresionante relación de títulos. Sin embargo, para un intento de difusión como fue concebida nuestra labor, se planteaban dos problemas. El primero de ellos era la ausencia de una obra que diera cuenta del desarrollo de la Ciudad de México, en una visión panorámica que cubriera todas las etapas, y que llegara hasta el momento actual. El segundo, la falta de conocimiento que caracterizaba a la mayoría de los integrantes de los grupos, que impedía hacer referencia a lugares, edificios, monumentos, etc., que uno creía eran identificables con facilidad. Puede ser risible, pero en uno de los semestres, cuando se disponía de una mayor variedad de apoyos visuales, varios de los alumnos ignoraban donde se encontraba la Glorieta del Metro Insurgentes.

El material existente permitió elaborar una secuencia cronológica de los períodos en los que se desglosa la historia de la urbe, en la cual el año tentativo de la fundación de la ciudad mexica, el de 1325, nos planteó varias interrogantes. La primera de ellas, el hecho de que en menos de un par de siglos, pasara de ser un villorrio a convertirse en una ciudad imperial, encontró su explicación en el hecho de que su desenvolvimiento no se dio en el vacío, pues, como se dice, de la nada, nada surge. La preexistencia de modelos urbanos, vigentes en la memoria colectiva de aquellos tiempos, cuyas ruinas materiales eran un testimonio de grandeza, como Teotihuacan, o aún en vida decadente como Tula, o el casi desconocido trazo de la capital de los tepanecas, permitieron a los mexicas disponer de los elementos necesarios para no partir de cero.

De ahí surgía otra pregunta, que nos llevaba a indagar las razones del atractivo de esta región, en la que se han asentado grupos humanos desde hace más de 20 mil años, que recorrieron los estadios evolutivos, desde la edad de piedra, pasando por la domesticación de plantas y animales útiles, sustento de la vida sedentaria, hasta llegar a la conformación de complejas organizaciones sociales.

Una respuesta tentativa la tomamos de Francois Chevalier (1), y aparece al contrastar esta región, la denominada Cuenca del Valle de México, con el contexto inmediato, el llamado México Nuclear, corazón geográfico, histórico y cultural de la patria, así como al confrontarla en el plano nacional. Esto, lo debemos reconocer, nos lleva a retomar una teoría bastante desprestigiada, pero útil para nuestros propósitos al despojarla de los elementos discriminatorios, el determinismo geográfico.

Por razones que sólo la geografía puede explicarnos, la Cuenca del Valle de México se constituye en un espacio excepcional desde el punto de vista de los recursos que concentra, esenciales para la vida humana, como son el clima, el agua, la fauna y la flora que pueden ser útiles, y que propiciaron la atracción de los migrantes desde tiempos milenarios.

2. Cronología preliminar

Al paso de los semestres, propusimos e instrumentamos un curso que situaba su inicio en el mito de la fundación de México-Tenochtitlán, y continuaba con una reflexión sobre el peso de los factores geográficos. Se hacía una revisión de los pasos dados por los primeros pobladores, hasta llegar a la descripción general de al menos dos de los modelos precedentes, Teotihuacan y Tula, haciendo énfasis en las influencias que de ellos se desprendieron.

Situados estos antecedentes, partíamos del año de 1325, y se ofrecía el desarrollo de la ciudad mexica en función de los logros alcanzados por sus gobernantes. Destacamos a Itzcoatl y a Moctezuma Ihuicamina, que llevaron a su pueblo a la independencia del señorío de los tepanecas y a una expansión territorial que les permitió hacer realidad la promesa plasmada en el mito de la fundación.

2.1 La conquista
El violento encuentro con los hombres venidos del otro lado del océano truncó el doble proceso evolutivo apenas articulado un siglo antes, dando origen a un punto de ruptura-continuidad. Los esquemas que trajeron e impusieron los conquistadores se conjugaron de tal forma con su precedente inmediato, que bien podríamos calificar a México-Tenochtitlán como un puente entre las tradiciones urbanísticas prehispánicas y las españolas. Una muestra de esto es el haber conservado parcialmente el nombre que se le daría a la sede de control del nuevo dominio que se agregaba a la corona ibérica, así como la disposición de las edificaciones centrales, reflejo de los nuevos poderes impuestos, de acuerdo con la traza ordenada por el conquistador extremeño a su técnico Alonso García de Bravo.

2.2 La ciudad de los soldados
Los primeros años de la capital virreinal nos dan cuenta del temor de sus habitantes por una sublevación reivindicatoria de los derechos usurpados, que los llevó, en pleno renacimiento, a erigir una ciudad con tintes feudales, haciendo de los edificios principales una especie de fortaleza. No resulta extraño que la primera construcción de la que se tiene constancia haya recibido el nombre de Las Atarazanas, de la que no existe más que el recuerdo que nos deja una placa colocada en el antiguo templo del leprosario de San Lázaro, y que cumplió funciones múltiples, entre otras, el asegurar un refugio y la posibilidad de escape ante una eventual rebelión. Por ello, al lapso que cubren estos años, de manera razonable, se le ha dado la calificación de la Ciudad de los Soldados, adscribiéndosele un color grisáceo.

2.3 La ciudad de los colonos
El Siglo XVII, según nos narra Francisco de la Maza2 al disiparse el miedo a un levantamiento de la población dominada, resultado de la consolidación del asentamiento de los poderes fácticos, las formas arquitectónicas se fueron suavizando. Se dio lugar a la eclosión del barroco, aparecen las cúpulas y la variedad de tonos del tezontle, en contraste con la anterior, se puede hablar de la Ciudad de los Colonos. Esta etapa se enmarca en dos momentos trágicos, el de la Gran Inundación de Septiembre de 1629 y el de la Sublevación de Junio de 1692.

2.4 Las reformas borbónicas
La siguiente centuria, el Siglo XVIII, viene a ser un período brillante para la vida de la Ciudad de México, reflejo en su parte final de las Reformas Borbónicas. El patrimonio se engrandece y muchos de sus testimonios monumentales llegan hasta nuestros días. En ese siglo llega a su clímax el barroco, cuyo final Fernando Benítez3 sitúa con exactitud en la construcción de la Capilla del Pocito, en el complejo actual de la Villa de Guadalupe. En los años postreros, se asienta un estilo arquitectónico antípoda y crítico a sus excesos, el neoclásico.

2.5 La guerra de independencia
Los años coloniales terminan con un proceso en el que la capital virreinal juega un papel relevante, aunque estuvo en buena parte ajena a sus efectos destructivos. La invasión napoleónica a la madre patria y los titubeos de los últimos Hapsburgos que nos gobernaron desde ultramar, dieron lugar a una discusión acerca de la soberanía que exacerbó a los principales exponentes del poder en la ciudad. Sabemos que esta acerba confrontación dio lugar a un golpe de mando, el cual acarreó la destitución del Virrey José de Iturrigaray, y la muerte en circunstancias no aclaradas, del regidor Francisco Primo de Verdad, el que había expuesto con mayor claridad la propuesta de un autogobierno, en tanto se resolvían las cosas en España.

Desde la perspectiva de la Ciudad de México, este acontecimiento no deja de hacernos pensar en la pérdida de una gran oportunidad de adelantarnos a la historia. Como lo es, también, el segundo hecho de la Guerra de Independencia relacionado con la vida de la urbe: la amenaza de Miguel Hidalgo, personaje maravilloso que en seis semanas efectivas logró su integración a la historia nacional. Por razones aún inexplicables, se negó a tomar la ciudad más poblada de América, en aquellos los últimos días de octubre de 1810, cuando la Diosa Fortuna le brindó en bandeja de plata la oportunidad de llegar a ser algo más que el padre de la patria.

La guerra se prolongaría casi once años más. Los insurgentes nunca volverían a tener una oportunidad similar. El más destacado de los caudillos militares que sucedió a Hidalgo, Don José María Morelos y Pavón, llegaría y atravesaría la ciudad de México, en calidad de prisionero y condenado a muerte. Otros personajes, de los que menos se podía esperar, revigorizarían un proceso que se encontraba ya al borde de la extinción y, en menos de un año, la orgullosa gema del imperio colonial español, recibiría jubilosa la entrada del Ejército Trigarante encabezado por Agustín de Iturbide en aquellos días lejanos del septiembre de 1821.

2.6 El período de anarquía
Al igual que el país, la más importante ciudad de la nación, se sumió en un marasmo durante los cincuenta años siguientes, y perdió relativa importancia dentro del sistema urbano nacional. Los historiadores del Porfiriato lo bautizaron como el Período de Anarquía. La capital resintió el efecto de los dos procesos desestabilizadores que conmocionaron al país y que tendieron a entrelazarse.

Por una parte una prolongada guerra civil, en la cual los mexicanos se dividieron en bandos que asumieron diferentes nombres: yorkinos contra escoceses, centralistas contra federalistas y, en el enfrentamiento final, liberales contra conservadores. Por la otra, agresiones del exterior, destacando dos conflictos con Francia y tres con los belicosos vecinos del norte.

Durante estos años aciagos para la patria, en los que nuestro destino pudo ser el convertirnos en un protectorado de una potencia europea, o bien en una extensión de los Estados Unidos de Norteamérica, la Ciudad de México fue el escenario de una sucesión interminable de cuartelazos, y una presa de ejércitos extranjeros.

Existen huellas, algunas profundas, de las determinaciones tomadas por personajes que asumieron el control del país, apoyados por fuerzas armadas de otras naciones acantonadas en el corazón de la nuestra, y que incidieron en su desarrollo futuro. Destaca de entre todos, Maximiliano al ordenar el trazo del ahora Paseo de la Reforma, concebido como una ruta alterna a las que llevaban al centro de la capital, desde la residencia alternativa que el austriáco se mandó construir, en el Castillo de Chapultepec.

Esta es una de las joyas, que entre otras muchas, se pueden encontrar al revisar la historia de la ciudad más grande para los mexicanos, no del mundo, afortunadamente. ¿Qué tiene Chapultepec que desde tiempos centenarios ha estado tan ligada al poder? Aquí se dio el primer asentamiento de los mexicas, y a partir de entonces, diversos relatos nos relacionan este lugar con hombres poderosos. Como los baños a los que acudían los tlatoanis, las efigies que se mandaron esculpir en sus rocas, la residencia que los mexicas le regalaron a Nezahualcóyotl en gratitud por las obras que concibió y construyó en su beneficio, el lugar donde varios de los Virreyes desearon vivir, negado en sucesivas ocasiones por los monarcas españoles. Habrá mayores referencias en páginas posteriores y quizás la pregunta pueda encontrar un esbozo de respuesta.

Y que decir de esa ruta excepcional, pensada como opción para llegar al centro citadino, conocida como el Paseo de la Emperatriz o del Emperador, retomada por un Presidente Liberal y rebautizada como Paseo de la Reforma, la avenida más hermosa de la Ciudad de México. Es un eje de prestigio prolongado posteriormente en ambas direcciones y que orientó la expansión urbana.

2.7 El fin de la ciudad religiosa
El triunfo de la República en 1867 sería el inicio de la superación del aciago período en el cual la patria estuvo a punto de perderse. La constitución del Estado Mexicano no pudo dejar de lado todo lo que la historia ha decantado en esta ciudad, y fue elegida de nueva cuenta como la sede donde radicarían los poderes federales. Recuperó su característica de centro regulador de los procesos políticos nacionales.

A partir de 1857, la desamortización de las propiedades de las comunidades religiosas dio cauce a un proceso de alta significación. En las décadas siguientes, se disolvieron los rasgos legados del período colonial. La urbe en la que, como en el conjunto de la sociedad, la Iglesia tenía una importancia excesiva, fue secularizada. La ciudad religiosa que desde la época virreinal, según nos cuenta Don Luis González Obregón4, regulaba el tránsito de las horas y la vida urbana a campanadas, desaparecería antes de que pasaran cuarenta años de la aplicación de las Leyes de Reforma.


2.8 El esplendor del porfiriato
Aunque vinieron momentos de zozobra, la capital no volvería a ser presa de una facción armada, hasta finales de 1876, al ser tomada por las tropas del General Porfirio Díaz Mori, al triunfo del Plan de Tuxtepec. En su transcurrir por las venerables calles, culmina la lucha personal del militar oaxaqueño por acceder a lo que los mexicanos consideramos el máximo cargo político. Lle costó dos participaciones fallidas en elecciones presidenciales y dos intentos de golpe militar, el segundo de ellos exitoso..

A medida que nos acercamos al fin del Siglo XIX, de manera paralela a la consolidación y ascenso climático del Porfiriato, la Ciudad de México devino en su mejor expresión, la prueba palpable de un régimen que se propuso hacer realidad la divisa enarbolada por su ala científica, de “Orden y Progreso”.

Don Porfirio Díaz Mori, al igual que otros de sus pares, digamos Don Benito Juárez o los caudillos del proceso que lo echó del poder, sucumbió ante el encanto de la ciudad, por calificar así a todo lo que nuestra historia ha venido acumulando y preservando en su espacio. Si es cierto que en los años postclimáticos de su mandato, el Presidente Díaz identificaba los estados con partes de su cuerpo, me pregunto a cual había emparentado la capital de la nación, quizás fue el cerebro, o la niña de sus ojos. Dejó una huella indeleble en el entramado urbano, viva aún en colonias, calles, elementos de la escultórica pública, entrañables en el sentir de los citadinos contemporáneos, sin importar que se trate de hijos legítimos, adoptados y entenados.

Se puede asegurar que los años que rigió los destinos nacionales conforman uno de los períodos que engrandecieron su patrimonio, sin demeritar los precedentes o subsecuentes. En la agonía de su mandato, la Ciudad de México parecía en las zonas que podían lucirse, un remedo de urbe europea, una especie de París tropical, en el que se encontraban a la vista muchos rasgos de lo que el buen gusto llamaría modernidad. En ella se aglomeraban ya cerca de medio millón de almas.

2.9 La revolución mexicana
Y vino la Revolución y a todos nos soliviantó, diría la conseja popular. A diferencia de la conmoción ocurrida un siglo antes,la Guerra de Independencia, el movimiento social de la segunda década del Siglo 20 tuvo un impacto destructivo en el haber citadino, que resintió la presencia y el acantonamiento de las diversas facciones.

En la parte inicial de esta corta pero relevante etapa, fuera de los alborotos populares que se suscitaron en los últimos días de Mayo de 1910, al conocerse la toma de Paso del Norte, hoy Ciudad Juárez, por las tropas revolucionarias, nada parecía anticipar el trastocamiento que vendría al transcurrir los primeros meses de 1913. La Revolución parecía una cosa tan lejana, que no se advertía la posibilidad de que la capital llegara a ser el foro de episodios clave en la historia nacional.

Creo que ninguno de ellos le dejaría llagas tan dolorosas como las provocadas en la Decena Trágica, y en las que uno de los golpistas, el General Manuel Mondragón, tendría una oportunidad inmejorable de poner en práctica los conocimientos del arma a la que pertenecía, la artillería.

2.10 Aparición de las tendencias metropolitanas
Aquietadas las grandes aguas, los años veinte atestigüaron la recuperación de la Ciudad de México. En alguna parte de esa década, con seguridad hacia su finalización, alcanzó y rebasó ligeramente el primer millón de habitantes. Un crecimiento espectacular, que se expresó en la reactivación de la expansión urbana. Este proceso no volvería a detenerse y fue avanzando en todas direcciones. En sus inicios, la mancha cubrió con mayor velocidad terrenos rurales situados al oriente y al sur del viejo casco urbano.

Hacia el norte, a finales de los veintes y a lo largo del decenio siguiente, en las Delegaciones de Azcapotzalco y Guadalupe Hidalgo (rebautizada en 1936 como Gustavo A. Madero), se propició una ocupación de tipo industrial, favorecida en buena parte por el tendido de la red ferroviaria, cuyas rutas de salida y entrada se trazaron en el Porfiriato en esta dirección. No se puede hacer menos los apoyos de todo tipo que brindaron los regímenes emanados de nuestro movimiento armado.

Esta ola expansiva, de carácter residencial e industrial, si la vemos en la perspectiva contemporánea, traía en embrión una característica determinante en los años siguientes, los rasgos que harían de la capital una verdadera metrópoli, al rebasar los límites en los que se contuvo hasta entonces su crecimiento. No en balde quien fue cronista de la Delegación Cuauhtémoc, Don Héctor Manuel Romero, nos indicaba que hasta bien entrado el Siglo XX, la historia de la ciudad de México no era otra que la historia de dicha demarcación territorial.

Dentro del tráfago que se vivió en la reorganización del Estado Mexicano, en 1929 se concreta un nuevo esquema de control político y administrativo del espacio sede de los poderes de la Federación. Los ayuntamientos son sustituidos por 13 Delegaciones y un Departamento Central, y la designación de sus titulares se adscribe dentro de las facultades del Primer Mandatario.

2.11 Y la ciudad se convirtió en una metrópoli
Según nos dice Claude Bataillon (5), hacia 1940, la ciudad, en la que se aglutinaban ya más de millón y medio de seres, se parecía más a la heredada por Don Porfirio Díaz que a la metrópoli que surgiría al mediar el siglo pasado. Una ciudad de peatones y tranvías, sería abolida por las nuevas tendencias y ello no llevaría más de diez años.

El investigador francés rescató un descubrimiento hecho por el ingeniero agrónomo Edmundo Flores, el primero en destacar la importancia que tuvo la decisión de la empresa norteamericana Sears Roebuck de instalar su primera sucursal fuera del viejo y congestionado centro, para lo cual adquirió en 1949 los terrenos del Colegio Americano. Ello detonó no sólo la transformación de lo que, apenas cuatro años más tarde, vendría a llamarse en definitiva Avenida de los Insurgentes, sino también la consolidación de lo que Bataillon califica como “la ruptura del centro tradicional”, al dejar de ser la zona concentradora de una serie de actividades esenciales.

Por esas mismas fechas, el proceso recibe un impulso decisivo, al salir del distrito central las funciones de formación de cuadros profesionales, las que se reubicarían en una zona apartada del sur, en esa muestra portentosa de la arquitectura mexicana de la primera mitad del Siglo 20, la Ciudad Universitaria.

Al rayar el medio siglo, las tendencias metropolitanas se consolidarían en forma irreversible, al desbordar la expansión industrial los límites con el Estado de México.

Los años cincuenta acentuarían este derrotero, con la puesta en operación de las primeras vías rápidas. Queda atrás la vieja ciudad porfiriana de transeúntes y medios colectivos de transporte, y se privilegia el uso del automóvil.

Los primeros tramos del kafkianamente llamado Anillo Periférico (muchos años no fue anillo y al cerrar el círculo la periferia estaba muy lejos) propician un desarrollo urbano en Naucalpan, Ciudad Satélite concebido para la emergente clase media, e inspirado en un patrón con tinte norteamericano, de vivir en suburbios desde donde se puede acceder a las áreas centrales en pocos minutos, por caminos destinados primordialmente a los coches particulares.

En el oriente de la ciudad, sin la planeación y las ventajas de la suburbia californiana, las oleadas de migrantes inundan las tierras que dejó el desecamiento del Lago de Texcoco en el Municipio de Chimalhuacán, y dan forma al antípoda del privilegiado poblamiento del norte, al cual, con el tiempo, también se le dará un nombre compuesto, utilizando la misma palabra inicial, Ciudad, a la que se agrega el vocablo derivado del nahuatl, Nezahualcóyotl, cuyo significado, “coyote hambriento” no deja de hacernos pensar en el perfil socioeconómico del conglomerado que le dio origen.

Un elemento relacionado con las comunicaciones, que parecen ser ejes rectores dentro del desordenado crecimiento de la urbe, debe de tomarse en consideración: la ampliación de la salida a Puebla, conocida desde entonces como la Calzada Ignacio Zaragoza, estimula tanto este desarrollo como su gemelo al otro lado de la vía, allá en Iztapalapa.

2.12 La ciudad contemporánea
Estas líneas, que se esbozaron apenas en la cuarta década del siglo pasado, se profundizarían en la segunda mitad del mismo, llegando hasta nuestros días, en una marea que no parece tener fin. Cada final de las cuentas decenales, como lo constatan los registros censales, agrega al fenómeno metropolitano nuevas delegaciones y municipios.

Es difícil, en esta parte de nuestro trabajo, hacer un recuento de los acontecimientos que se extienden sobre el espacio urbano, y que desdoblan las tendencias iniciales en un nivel de complejidad inusitado. Estimamos conveniente hacer una narración desde la perspectiva del Distrito Federal, sin olvidar que integra un conglomerado, en el que la mayor parte de la superficie y de la población se encuentra ya en el vecino Estado de México.

3. El significado del nombre de México

Creo que no hay día en nuestras vidas, para los que residimos en México, en el que dejemos de ver, escuchar o leer el nombre de este país. Lo que es menos frecuente es que ello nos lleve a preguntarnos acerca de lo que significa esta palabra.

En realidad no hay una respuesta correcta. La prueba de ello es la obra escrita por el italiano Gutierre Tibón(6), quien dedicó una decena de años de su vida, aquí en México, para darnos lo que se considera el tratado más completo acerca de la denominación de nuestra patria. Se puede recorrer las casi novecientas páginas que tiene este libro y nunca encontraremos una aseveración contundente de Gutierre Tibón, que nos diga, “yo estoy convencido de que el significado definitivo es este”.

3.1 De cómo el nombre pasó de una etnia a denominar un país
El nombre refleja la vocación centralista que tiene esta gran ciudad, y ella se expresa en el hecho de que se lo dio a toda una nación. En su origen es el de un pueblo, al cual incorrectamente se le llama azteca. Si ellos lo supieran es probable que lo tomarían como una ofensa.

Según dice el relato de la peregrinación, al pasar por el actual estado de Sinaloa, cerca de Culiacán, Huitzilopotztli se les reveló y les dijo que tenían que cambiar de nombre, al de mexicas. Lo de aztecas viene del punto de donde partieron, el mítico Aztlán, “lugar de las garzas o de la blancura”, cuya localización se disputan varias partes de la República. Algunos lo ubican en la zona lacustre de Michoacán/Jalisco, otros en Mexcaltitlán, Nay., y algunos lo mandan hasta el sur de los Estados Unidos, en Nuevo México, e incluso más allá. Cuando los pobladores de las regiones por donde iban pasado, les preguntaban de donde veían, ellos respondían que de Aztlán, “entonces ustedes son aztecas”, sería la conclusión inmediata.
Después, le fue dado a una población, la cual tenía un nombre compuesto, México- Tenochtitlán, que sintetiza la señal con la que Huitzilopotztli les indicaría donde fundar la ciudad que les había prometido.

Tras la caída de la ciudad mexica, contraviniendo todas las opiniones opuestas, Hernán Cortes, decidió establecer sobre sus ruinas la capital del territorio puesto bajo el dominio de la corona española, le quitó la segunda de las palabras y la dejó sencillamente como México.

Mas adelante, al dividirse la Nueva España en porciones llamadas reinos, la que circundaba la sede de los nuevos poderes, fue conocida como el Reino de México, que se convertiría en Intendencia en la reorganización política aplicada hacia el final del período colonial.

Finalmente, la denominación se aplicó a todo un país. En una revisión que podemos hacer de documentos fundamentales en la historia de nuestra patria, la primera mención de esta palabra para referirse al país en gestación, aparece hasta el año de 1814, cuando en Apatzingán se promulga, el 22 de Octubre de 1814, el Decreto Constitucional para la libertad de la América Mexicana.

En los Tratados de Córdoba, suscritos el 24 de Agosto de 1821, entre Agustín de Iturbide y Don Juan O’Donojú, el último Virrey, que nunca llegó con tal carácter a la ciudad, se reconocía al Imperio Mexicano como nación soberana e independiente.

El nombre adquiere carácter oficial en el primer ordenamiento constitucional que nos rigió durante la época independiente, la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, promulgada en la Ciudad de México el 5 de Octubre de 1824.

3.2 Campo de significados
En el campo de significados de la palabra México, podemos distinguir dos variantes básicas: la etimológica y la histórica.

I)La primera de ellas nos refiere a sus raíces, se trata de una palabra de origen náhuatl, respecto de la cual existen una gran variedad de interpretaciones. Podemos citar un par de ejemplos de ellas:

a)La primera es la más conocida y, de acuerdo con Gutierre Tibón, es la que tiene mayores probabilidades de ser la verdadera. Fue expuesta por Alfonso Caso, en su ensayo publicado en 1946, intitulado “El águila y el nopal”.

En esta versión, se indica que detrás del nombre existió originalmente una frase. Alfonso Caso dividió la palabra de la forma siguiente, tratando de encontrar detrás de cada sílaba un vocablo del náhuatl: ME--XI--CO. La primera sílaba proviene de "metztli" (luna), la segunda de "xictli" (ombligo o centro) y la última del apócope "co" (lugar de).

Así, México se deriva de una oración que quería decir: “El lugar que se encuentra en el centro o el ombligo de la luna”. A pesar de que la palabra fue dividida siguiendo las reglas de la gramática española, y no es la única forma de desglosarla, esta propuesta tiene fuertes apoyos, al menos los cuatro siguientes:

 De las 70 diferentes interpretaciones recopiladas por Gutierre Tibón, en 39 de ellas aparece la relación con luna, liebre, conejo o maguey, acepciones con las que se identificaba a nuestro satélite.

 En 46 lenguas prehispánicas sobrevivientes, en la actualidad existen alrededor de 60, el mencionado autor indagó en su léxico como se referían a la Ciudad de México, y en 9 de ellas se vuelve a encontrar la misma referencia.

 En la tradición oral, que va pasando de generación en generación, se indica que la llegada a esta parte del Valle de México fue en una hora de la noche, en la cual la Luna se reflejaba en el espejo lacustre, lo que pudo haber motivado la creencia de que era el lugar del centro o el ombligo de la luna.

 El lago donde se funda la ciudad, tiene el nombre de Metztliapan, que quiere decir lago de la luna, y no era casual, pues su contorno se asemejaba al de un conejo.

b) En la entrada “México-Tenochtitlán”, del Tomo 9 de la Enciclopedia de México, obtenemos el segundo ejemplo. A diferencia del anterior, se afirma que el nombre de México se originó de un solo vocablo, que en este caso es Mexitli, una manera de mencionar a Huitizilopoztli

En esta misma fuente, se indica que el significado está estrechamente interrelacionado al de Tenochtitlán, cuyas raíces son Tetl (piedra), nochtli (tuna) y tlan (terminación abundancial). La conjunción de las dos pablaras significa: “El tunal divino donde está Mexitli”, vigente en el Escudo Nacional, que en realidad es el jeroglífico de México-Tenochtitlán. El águila representa al sol, a las fuerzas diurnas que sostienen una lucha con las de la noche, expresadas por la serpiente, en tanto el tunal es el árbol de los corazones humanos, necesarios para alimentar al astro rey y con ello propiciar su victoria.

II)La segunda variante del campo de significados es la que encontramos desde la perspectiva histórica. Hace referencia a un pueblo insignificante, de origen oscuro, que provino de una región hasta hoy ignota, Aztlán, donde estaban sometidos por los verdaderos aztecas, los señores del lugar. Siguiendo el llamado de un dios tutelar, abandonaron el legendario sitio, en una fecha igualmente desconocida. En su relato la hicieron coincidir con la de la caída de Tula, para aparecer como sus naturales sucesores, es decir, alrededor del año 1165.

Llegaron al Valle de México hacia el año de 1276, a un territorio que estaba densamente ocupado, por pueblos que se les habían adelantado y que poseían porciones variables de la tierra, como los xochimilcas, los colhuas, los acolhuas, los chalcas y los tepanecas, los que coexistían en un frágil equilibrio político y militar.

Se establecieron al principio en Chapultepec, bajo la autoridad del Señor de Azcapotzalco, en el dominio de los tepanecas, donde según se dice vivieron una generación. Al finalizar ese siglo, fueron reprimidos por haber provocado problemas, al realizar incursiones a localidades ribereñas con el objeto de mujeres. Esta era una costumbre de los indios del norte, para ganar prestigio y, sobre todo, renovar las sangres.

Después del escarmiento, fueron separados. Los líderes quedaron bajo la vigilancia del Señor de Culhuacán y el resto fue mandado a Tizapán, lugar donde proliferaban alimañas, con la intención de que éstas los eliminaran. Lejos de ocurrir esta situación, los mexicas superaron la prueba e incluso se alegraron de encontrar algo que comer en aquel inhóspito lugar.

Al paso del tiempo, los mexicas adquirieron fama y prestigio por su belicosidad. Sus rasgos distintivos están materializados en los dos adoratorios que colocan invariablemente en lo alto del Templo Mayor, uno dedicado a Tláloc y el otro a Huitilopotztli. El primero rige los ritos agrarios, el segundo lo que tiene que ver con la guerra, se trata de campesinos guerreros. Dada la precaria estabilidad existente en el Valle de México, sus servicios fueron requeridos en múltiples ocasiones.

Hasta nuestros días llega la narración de sucesos que muestran este carácter agresivo, a los ojos occidentalizados, de suma crueldad. Se recuerda lo acontecido cuando auxiliaron a Coxcox, el Señor de Culhuacán, en su guerra contra los xochimilcas. Al concluir el combate, se presentaron ante él, y después de escuchar burlas y ofensas por acudir sin prisioneros, en muda respuesta vaciaron a los pies un costal de orejas cortadas a los enemigos.

Otro acontecimiento en el que se involucra a Coxcox, más que la señal de un águila sobre un nopal devorando una serpiente (en otra versión aparece un ave), es lo que lleva a los mexicas a ocupar un islote en el lago de la Luna.

Se cuenta que en una ocasión, se presentaron ante Coxcox y le solicitaron les otorgara a una de sus hijas. Imaginando que se trataba de un enlace matrimonial, y que con ello fincaría una alianza sólida, el Señor de los Colhuas les concedió la gracia. Al paso de los días, fue invitado a una ceremonia, que supuso sería la boda, por lo que acudió gustoso al encuentro. El humo del incienso impedía observar con claridad lo que acontecía, y alcanzó a distinguir una figura femenina que pensó era su hija. Al disiparse las emanaciones del sahumerio, con horror se dio cuenta que se trataba de un sacerdote, quien representaba a la Diosa Toci, vestido con la piel de su infortunada descendiente.

Horrorizado, se retiró clamando venganza en contra de tan sanguinarios individuos, los que determinaron huir aposentándose en un islote, aparentemente deshabitado, aunque existen versiones en sentido contrario.

3.3 El gran mito
Pocos mexicanos ignoran las partes generales de este relato y son menos los que discuten su veracidad. Ocurrió hace tanto tiempo, que, como las narraciones de la Biblia, da la impresión que en realidad pudieron hacer acontecido. En el origen de la ciudad y de nuestra nacionalidad, encontramos un gran mito, en el que, al igual que en una leyenda de esta naturaleza, se conjugan falsedad y certeza.

Lo que es real es la existencia de un punto de partida, envuelto intencionalmente en el misterio. También lo es el transcurrir en el espacio del actual territorio nacional por más de un siglo, y es innegable que al finalizar el peregrinar se funda una ciudad. Lo ficticio es el haber hecho todo esto siguiendo el mandato y la guía de una fuerza sobrenatural.

De acuerdo con Gutierre Tibón, se trata de una historia que fue reelaborada a la medida de la grandeza a la que aspiraban los mexicas, mucho tiempo después de su arribo a esta región. No suena tan atractivo decir que se trataba de un pueblo sometido, que en su desesperación no tuvo otra salida para romper las cadenas del dominio que el dejar atrás todo. Tampoco seduce el señalar que la migración estuvo llena de penalidades y desacuerdos dentro del grupo, o que finalmente llegaron a un lugar donde otros pueblos se habían ya asentado desde hacía muchos años, y a los que tuvieron que servir como vasallos, en donde ocasionaron tantos problemas que no tuvieron otra alternativa que establecerse en medio de las aguas.

A la distancia, resulta sorprendente que se hayan tardado medio siglo en encontrar la señal que les había anticipado su deidad tutelar, algo que no era raro observar todos los días, pues era el habitat natural del águila real, y de los animales, sea ave o serpiente, que eran parte de su cadena alimenticia.

Es muy diferente afirmar que salieron de Aztlán en atención al llamado de un dios, que les fue señalando el curso que deberían de seguir hasta arribar al lugar donde se establecerían. Que desde ahí dominarían un vasto territorio, y alcanzarían alturas superiores a las de sus primeros señores, los verdaderos aztecas. Resulta evidente que, entre otras cuestiones, un relato así les permitió obtener legitimidad en el acceso y posesión de un espacio que formalmente no les pertenecía, pero al que tenían un derecho otorgado por la pertenencia a lo divino.

Residir en lo que era poco más que un promontorio en un lago de manera alguna les venía a ser extraño, pues conservaban en su memoria el haber vivido con anterioridad en condiciones similares, en un medio lacustre.

Sin embargo, tendría que transcurrir cerca de un siglo para que se empezara a concretar la parte brillante de la promesa que los había llevado hasta ese sitio.

4. Conceptos fundamentales (D.F., AUCM, ZMCM, Megalópolis)

Consideramos conveniente hacer mención de cuatro conceptos que se utilizan en relación a la Ciudad de México, cual si fueran sinónimos. Estos son: Distrito Federal, Área Urbana de la Ciudad de México, Zona Metropolitana de la Ciudad de México y Megalópolis.

4.1 Distrito Federal
Es la ciudad desde el punto de vista legal, o bien podríamos decir, es la ciudad constitucional. El Artículo 44º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que está actualmente en vigor, le confiere al Congreso la facultad de elegir un lugar que será la residencia de los supremos poderes de la Federación, al cual se le denominará Distrito Federal.

Esta potestad aparece ya en la fracción 28 del Artículo 50º del primer ordenamiento que nos rigió consumada la Independencia, la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, que, como indicamos, fue promulgada el 5 de Octubre de 1824.

El 18 de noviembre de ese año, el poder legislativo hizo uso de tal atribución y decretó que el Distrito Federal se ubicaría en la Ciudad de México, dándole por territorio la superficie de un círculo de 2 leguas de radio (8.8 kms), que significa 243.3 kms2.

Desde la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos de 1857, en este caso, en su Artículo 46º, se manifiesta que en el momento en el cual los poderes federales dejen de residir en esta ciudad, el hasta entonces Distrito Federal se convertirá en una entidad federativa, a la cual se denominará Estado del Valle de México.
En la Carta Magna actual, se indica que la Ciudad de México es el Distrito Federal, sede de los poderes de la Unión y capital de los Estados Unidos Mexicanos, y se reitera lo señalado en la de 1857: “…en el caso de que los poderes federales se trasladen a otro lugar, se erigirá en el Estado del Valle de México con los límites y extensiones que le designe el Congreso de la Unión”.

La superficie que ocupa hoy en día es de alrededor de 1500 kms2 (1499 kms2) y le fue otorgada en la época de Porfirio Díaz, una vez que fueron suscritos los convenios de límites con los Estados de México y Morelos, entre 1896 y 1898.

El 15 y 17 de Diciembre de 1898, el Congreso le dio a los convenios el rango de decretos, y un año después, se promulgó la primera ley orgánica del Distrito Federal, con base en el régimen municipal, reservando al Presidente de la República el nombramiento del Gobernador.

4.2 Área Urbana de la Ciudad de México (AUCM)
Es la ciudad desde el punto de vista físico, como una unidad que no toma en cuenta la existencia de límites administrativos, en la que existe continuidad material, a partir de una zona central y que ocupa parcial o totalmente las superficies delegacionales o municipales.

En 1970, se extendía en poco más 456 kms2. En el transcurso de dos décadas, casi se triplicó al llegar a los 1,250 kms2. Al finalizar el siglo pasado, puede señalarse, en forma conservadora, que rebasó los 1,500 kms2. Conforme a las tendencias de los últimos 40 años, no sería desacertado que señalar que ronda ya los 2,000 kms2.

4.3 Zona Metropolitana de la Ciudad de Mexico (ZMCM)
Es una unidad de mayor extensión que el AUCM, ya que, a diferencia de ésta última, considera las Delegaciones y Municipios en su totalidad. Su delimitación toma en cuenta factores de tipo geográfico, económico y demográfico.

Se integran a la ZMCM las Delegaciones Políticas y Municipios en los que se cumple una de estas dos condiciones:

a) Una porción de la superficie municipal o delegacional está ocupada por la mancha urbana.

b) O bien, se trata de demarcaciones que están separadas materialmente del AUCM, pero su dinámica económica y sociodemográfica depende totalmente de su relación con la Ciudad de México, como son los casos de Amecameca o Tepetlaoxtoc, por ejemplo

Una Metrópolis aparece cuando se rebasan los límites de la unidad político-administrativa donde se encuentra la zona central de una ciudad, e invade una colindante. Esto ocurrió, en el caso de la Ciudad de México, durante la cuarta década del siglo pasado al sobrepasar los linderos de lo que es el corazón de la urbe, la Ciudad de México en sentido estricto, conformado actualmente por las cuatro delegaciones que lo desglosaron en 1970 (Cuauhtémoc, Venustiano Carranza Miguel Hidalgo y Benito Juárez).

De acuerdo con el estudio que concilia posiciones entre el Consejo Nacional de Población (CONAPO), la Secretaría de Desarrollo Social y el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI)(7), al inicio del presente siglo, la ZMCM comprende las 16 Delegaciones del Distrito Federal, 58 municipios del Estado de México y uno del Estado de Hidalgo (Tizayuca), extendiéndose sobre 7,815 kms2, y con una población de 18,396,677 habitantes.

4.4 Megalópolis
A finales de los años sesenta, Luis Unikel(8), pionero de la investigación de la temática metropolitana en México, propuso el término de Megalópolis para denominar el fenómeno que se derivaba de la unión de dos áreas urbanas o zonas metropolitanas. En un pequeño, pero aleccionador trabajo, el estudioso, señaló que una megalópolis se formaría con respecto a Toluca. Puede decirse que este pronóstico se ha cumplido ya, desde la década pasada. Sin embargo, tal como se comprueba con los datos del último censo, el fenómeno es más complejo.

En el año 2001, con base en los datos recabados por el XII Censo General de Población y Vivienda el INEGI anunció de la conformación de una importante megalópolis alrededor de la Ciudad de México, al vincularse con ella funcional y territorialmente las zonas metropolitanas de Querétaro, Pachuca, Tulancingo, el corredor Puebla- Tlaxcala, Cuautla, Cuernavaca y Toluca.

Esta región, que significa apenas el 5% de la superficie del territorio nacional, agrupa alrededor de una cuarta parte de la población nacional y genera el 42% del PIB de México.

4.5 ¿Es la Ciudad de México la más grande del mundo?
En ese afán de compensar una cierta frustración, de querer ser los más importantes en algo, frecuentemente escuchamos a diversos actores afirmar que esta ciudad es la que tiene mayores dimensiones en el planeta. Para responder esta pregunta debemos a su vez cuestionarnos, ¿desde qué punto de vista se considera la más grande?, ello podría ser en cuanto al número de habitantes o bien en cuanto al área que ocupa.

Tomando los datos acerca de la extensión territorial del AUCM y los registros censales, se puede afirmar que desde ninguna de estas dos perspectivas la Ciudad de México ocupa la primera posición. En cuanto al primero, el área metropolitana de Tokio es la urbe más poblada del globo terráqueo, pues a mediados de la década pasada se estimaba que en ella vivían cerca de 27 millones de seres humanos.

En segundo término, tenemos a New York, en cuya zona metropolitana moraban en 1996 alrededor de 20 millones de personas. por lo que ni siquiera somos, en el Continente Americano, la ciudad con mayor número de habitantes. Para esas fechas, estábamos al parejo con Sao Paulo y sus 16.5 millones de pobladores, (la Ciudad de México tenía 16.5) y muy cerca se encontraba Los Angeles, con 15.5.

En cuanto a la superficie, con base en los datos del Arq. Jorge Gamboa de Buen(9), la superficie de Tokio por esos mismos años era de 2156 kms2, la de París con 10.6 millones de habitantes era de 2500 kms2 y un caso notable, Phoenix, Arizona, con 1.54 millones de habitantes tenía 1950 kms2.

5. El marco geográfico

De acuerdo con las estimaciones más recientes, la extensión del territorio nacional se estima en 1,964,375 km2, de los cuales 1,959,248 km2, corresponden a superficie continental y 5,127 km2,a la insular. En conjunto ello equivale al 1.31% del total mundial de las llamadas tierras emergidas, que puede parecer un porcentaje reducido, impresión que se modula con la aseveración de ello nos coloca dentro de los 15 países con mayores dimensiones físicas en el contexto internacional.

México es uno de los países más grandes de la tierra, eso es innegable. Lo que no deja de llamar la atención es, ¿por qué en la inmensidad de ese espacio, en una región relativamente tan pequeña, que significa menos del 0.50% de nuestro patrimonio material, se ha generado una concentración tan marcada de los recursos humanos y materiales de los que disponemos?

Buena parte de la respuesta nos la da lo que algunos llaman el determinismo geográfico, la forma como influyen los recursos con los cuales la naturaleza dotó al territorio de este país.

De esta manera, abordaremos el problema en tres niveles: 1) Nacional (los dos escenarios nacionales), 2) Regional (el México Nuclear) y 3) Micro regional (la Cuenca del Valle de México).

5.1 Los escenarios nacionales.- Bernardo García Maynez(10) se asombra del hecho de que una cordillera tan importante como el Eje Neovolcánico no exista en el conocimiento común del ciudadano promedio, a pesar de la importancia que ha tenido para el ser humano en esta región del mundo.

La dirección de este sistema orográfico es diferente a la de las principales cordilleras del continente, tiene 880 km de longitud y un promedio de 130 km de anchura.

El inicio de su trayectoria se encuentra en las cercanías de Antigua, a unos 70 km. al norte del Puerto de Veracruz. Desde ahí se dirige al sur, después al poniente. Atraviesa los estados de Veracruz, Puebla, Tlaxcala, el Distrito Federal, Morelos, Hidalgo, México, Querétaro, Guanajuato, Michoacán, Jalisco, Colima y concluye en el Estado de Nayarit, cerca de la desembocadura del Río Santiago.

Como su nombre lo indica, registra una intensa actividad de tipo volcánico. Una prueba de ello es la irrupción y desarrollo, en los primeros meses de 1943, del Paricutín. A las 24 horas, se elevaba una altura de 50 metros y a los 12 días llegaba hasta 400 m.

Otro registro de esta característica se encuentra en las inmediaciones de la capital del país, en el Popocatépetl, la segunda montaña de mayor elevación en México. Se trata de un volcán maduro, de unos 23 mil años de antigüedad que se gestó sobre otro más antiguo, llamado Nexpayantla. Desde finales de 1994 ha sido motivo de preocupación para los capitalinos, al iniciarse un período mas de reactivación.

Es de resaltar una característica que posee esta cordillera. Viene a ser un límite en muchos sentidos. Como lo indica Jorge L. Tamayo11, se trata de una frontera continental y de actividad sísmica (una décima parte de los sismos registrados en todo el orbe, durante el Siglo XX, tuvieron su epicentro sobre el Eje Neovolcánico o en su colindancia sur), pero además lo es respecto a disponibilidad de agua, y en lo que se refiere a la distribución de flora y fauna útil.

De esta manera, con esta cordillera, en el territorio nacional quedaron delimitadas dos zonas respecto a las condiciones para favorecer el desarrollo del ser humano, ofreciendo posibilidades diferentes al desarrollo de la vida sedentaria y, eventualmente, al de la civilización. Sobre la base de factores geográficos se estableció una diferenciación de tipo cultural, entre la región ubicada al norte del Eje Neovolcánico y la que se encuentra al sur del mismo.

Aún en el presente se percibe el efecto de esta determinación milenaria. De acuerdo con los datos del último Censo General de Población, tendríamos las siguientes proporciones:


Región % Territorio % Población
Norte 62% 26%

Sur 38% 74%



5.2 El México Nuclear
El Eje Neolvolcánico Transversal viene a ser la columna vertebral donde se asienta la región mayormente privilegiada por la naturaleza, a la cual se le llama el México Nuclear. Ahí se localiza, en muchos sentidos, geográfico, cultural, histórico, el corazón de la patria.

En esta parte de la geografía nacional se distinguen tres elementos: 1) Los Valles Centrales, la región de mayor elevación sobre nivel del mar del país, conformada por el Valle de México, el de Puebla y el de Toluca; 2) La Porción Occidental, la cual viene a ser una región trabajada por el Río Lerma/Santiago, mismo que nace en el último de los tres valles, y 3) Las Vertientes Vitales, que significan el acceso a los dos Océanos más grandes del planeta.

Se caracteriza por mostrar un mosaico de climas y suelos situados a diferentes alturas, lo cual se traduce en la posibilidad de disponer de una gama igualmente diversa de productos.

Además, las micro regiones que integran este mosaico, a pesar de lo accidentado del relieve, no están incomunicadas, sino que, a través de innumerables pasos, permiten el paso de hombres y productos.

5.3 La Cuenca del Valle de México
Hace más de 20 mil años, cuando el hombre entró por primera vez a esta región del territorio nacional, habían pasado miles de siglos de que el proceso de formación de la Cuenca del Valle de México (CVM) había concluido, al menos en la perspectiva de lo que podemos observar en la actualidad, pues se indica que su desarrollo se extiende a lo largo de 50 millones de años.

Hace unos 700 mil años, surgió en el sur de esta unidad natural la Sierra del Chichinautzin, cuyo edificio principal, el Ajusco, es identificado con facilidad por los capitalinos. Ello cerró la salida de las aguas en esa dirección, y, aunado al diferencial de altitud entre el norte y el sur, determinó la aparición de un espejo lacustre en la porción meridional.

Posiblemente, además de la explosión del Xitle, ±200 del año 1 de nuestra era, un fenómeno menor desde el punto de vista geológico, quizás de lo único que podrían atestiguar los primeros seres humanos que llegaron a éstos ámbitos, sería de la erupción excepcionalmente violenta que derrumbó el Nexpayantla y dio origen a la forma actual del Popocatépetl, lo cual se supone ocurrió hace unos 23 mil años.

En la época del ingreso del hombre a la Cuenca, ésta presentaba un paisaje verde, era abundante en vegetación y rico en agua. Las lluvias caían en forma más generosa y gran parte de lomas y montes estaban arbolados. El clima era más frío. La fauna tenía una mayor diversidad, una gran variedad de animales podían observarse en los bosques, los lagos y los cielos.

El ciclo hidrológico era bastante sencillo, las lluvias, más los escurrimientos de las serranías y los manantiales nutrían los numerosos lagos, ya que al estar cerrada la cuenca los acuíferos de la planicie estaban permanentemente saturados.

Técnicamente, se le conoce como una cuenca endorreica, sin salida natural. Ello determina en parte que, no pueda definírsela como un Valle, en tanto las características de éste serían las de un área de la superficie terrestre trabajada o erosionada por una corriente fluvial o glaciar. Esta región de la patria no las tiene, como tampoco una línea de drenaje general que modele su superficie. Más que un valle, es una “hoya hidrográfica, rodeada por un alto muro de montañas”, como lo indicó don Jesús Galindo y Villa(12).

La CVM es el resultado de un complejo conjunto de fenómenos geológicos, de alcance general y local, producto de fracturamientos, hundimientos, fallas, rellenamientos y erupciones volcánicas que produjeron una hoya o depresión rodeada de sierras por los cuatro puntos cardinales, pero sin salida para las aguas provenientes de esas mismas sierras

La CVM está en el centro de una grandiosa zona volcánica, cuyas erupciones en diferentes fases han formado acumulaciones extraordinarias de lavas y otros residuos volcánicos, que en las exploraciones ocurridas durante la construcción de obras subterráneas y después de los sismos de 1985, se estimó en 2000 mts hasta alcanzar el lecho de un antiguo océano.

Pocas regiones en el mundo exhiben una variedad de formas volcánicas como la CVM, unas son perfectas y pequeñas, como el Xitle, o elevadas como el Popocatépetl, otras como el Iztaccíhuatl, muestran ya la erosión.

Se trata de entonces de una cuenca cerrada, que se halla situada en la parte más elevada de la Mesa Central Mexicana, su forma puede asemejarse con una elipse, cuyo eje norte/sur es de 116 k. La menor anchura se alcanza en la porción sur, con 66 k, y la mayor con 119 k, en la parte norte.

Su extensión es de 9,600 km2, aproximadamente un 0.48% de la superficie nacional y comprende la totalidad del Distrito Federal (14%), porciones ó íntegramente 48 municipios del Estado de México (50%), 14 de Hidalgo (26%), 4 de Tlaxcala (9%) y uno de Puebla (Chignahuapan, 1%). Considerando superficies municipales, la CVM tiene 10,789.76 kms2.

Mantiene un desnivel, siendo la altura promedio en el norte de 2,400 mts sobre el nivel del mar, en tanto en el sur es de 2,200 mts, lo cual fue la causa de la formación de un espejo lacustre en sección más baja.

Una cadena montañosa constituye el muro que rodea la cuenca, la Sierra Nevada al sureste, con los centinelas, el Popocatépetl, con 5,438 m de altura y el Ixtaccihuatl, con 5,286 m, que culmina con las elevaciones de los Cerros del Telapón y Tláloc.

La Sierra Nevada se liga hacia el sur con la del Chichinautzin y la del Ajusco. En el Suroeste, el corredor montañoso se integra con las Sierras de las Cruces, Monte Alto y Monte Bajo y sigue al noroeste con la Sierra de Tepotzotlán.

Se cierra el círculo al norte con las Sierras de Tezontlalpan y Tolcayuca, y con las elevaciones de la serranía de Pachuca. En la planicie, al oeste, y con dirección de norte a sur, se proyecta una pequeña sierra que separa una porción del Valle de México, constituyendo la subcuenca de Apan.

En el interior de la cuenca aparecen otras formaciones orográficas: la Sierra de Guadalupe al norte de la Cd. de México; al este de la cuenca, la Sierra de Santa Catarina y las moles del volcán Xico y el Cerro de Pino, en el área de Chalco. No podemos olvidarnos del Peñón de los Baños, el Peñón del Marqués y del Cerro de la Estrella, o bien Chapultepec y Zacatépetl, los cuales, (estos dos últimos) figuran entre los elementos más antiguos del Valle de México.

Finalmente, se pueden encontrar algunas características al interior de la cuenca, que permiten distinguir tres zonas. Desde el punto de vista de la dotación de recursos, resalta la abundancia que caracteriza a la zona meridional, la cual tuvo el mayor atractivo para los migrantes desde tiempos milenarios, por lo que se constituyó en la más densamente poblada.

En segundo término, desde este mismo punto de vista, tenemos una menor riqueza en la región septentrional. Y, finalmente, la situación es más desfavorable en la región nororiental, la cual, comparativamente, se encuentra, aún en la actualidad, ralamente ocupada y por ello su paisaje es el que mejor se ha preservado, persistiendo antiguos centros de población como Otumba, Apam, Tepeapulco y Calpulalpan)

Alejandro de Humboldt(13), afirmaría que por una reunión de circunstancias poco comunes, había tenido oportunidad de ver consecutivamente y en un corto espacio de tiempo Lima, México, Filadelfia, Washington, París, Roma, Nápoles y las mayores ciudades de Alemania, señalando que:

“...en medio de las varias comparaciones, cuyos resultados pueden ser menos favorables para la capital de México, debo confesar que esta ciudad ha dejado en mí una cierta idea de grandeza, que atribuyo principalmente al carácter de grandiosidad que le dan su situación y la naturaleza de sus alrededores.

“Ciertamente no puede darse espectáculo más rico y variado que el que presenta el valle, cuando en una hermosa mañana de verano, estando el cielo claro y con aquel azul turquí propio del aire seco y enrarecido de las altas montañas, se asoma uno por cualquiera de las torres de la catedral de México o por lo alto de la colina de Chapultepec”.

En realidad más que la arquitectura, lo que maravilló al sabio alemán fue el entorno natural donde se localizaba la urbe, lo que es lógico, dado el conocimiento de primera mano que tenía de las principales ciudades del mundo. Difícilmente podía haberla calificado como la “ciudad de los palacios”, denominación que le dio otro europeo (Charles Joseph Latrobe) y que se le atribuye de manera común a él.

6. Los primeros pobladores

6.1 De la edad de piedra a la vida sedentaria
Se han planteado diferentes hipótesis respecto del origen de los primeros hombres que llegaron al Continente Americano. La afinidad de rasgos físicos de éstos con los del Asia, las llamadas características mongoloides, el tipo de cultura y la cercanía relativa a través del estrecho de Beringh, hacen pensar que esa fue la ruta de acceso más probable.

Existen pruebas de la presencia del ser humano en América del Norte, que se remontan a cerca de 30,000 años a. C., y se supone que el ingreso al continente pudo haber ocurrido hace unos 40,000 años.

Para el caso de México, hasta antes de 1966, no se disponía de suficientes evidencias. Una veintena de años atrás, se encontraron los restos del “hombre de Tepexpan”, que en realidad resultaron ser de una mujer, de unos 30 años y de complexión baja, pero no tenía más de 11,000 años de antigüedad (9,000 a.C.).

En ese año, cuando se estaba construyendo la autopista México-Puebla, la presencia casual en la zona de un grupo de arqueólogos permitió realizar el descubrimiento más importante para el fechamiento de la presencia del ser humano no solo en esta parte de México, sino, en su momento, en todo el territorio nacional.

Quedaron al descubierto huesos de la fauna pleistocénica y evidencias de tierra enrojecida por el fuego, se localizaron dos hogares y restos de carbón, los cuales fueron fechados en el 22,000 a.C. ±2000 años. Había artefactos de piedra, y algunos implementos de obsidiana y basalto, materiales que no se encuentran en la región. Ello permitió establecer que se trataba de una estación de cazadores, en lo que entonces pudo haber sido una península o una isla del desaparecido Lago de Chalco. Su patrón de vida, la base de subsistencia, era la cacería de especies menores y la recolección, en grupos reducidos.

En la Cuenca del Valle de México es tan antigua la presencia del ser humano, que se remonta a la edad lítica, desde donde se dio la evolución a estadios superiores. De la fecha probable en que deambulaban los cazadores de Tlapacoya, tuvieron que pasar miles de años para lograr avances apreciables.

Entre el 14,000 y 7,000 a.C. aparecen las puntas de proyectil, en forma de hoya y acanaladas, llamadas clovis, mismas que se encuentran difundidas en el Norte de América. La técnica de piedra contra piedra es mejorada por el uso de un percutor de material más blando. Existe una mejora en la talla que trae como consecuencia una serie muy grande instrumentos, hay más navajas. Se desarrolla la cordelería y la cestería. Se identifican instrumentos de molienda, como muelas y morteros.

Del 7,000 al 4,500 a.C. comienza del desarrollo de la agricultura. El proceso fue muy prolongado, de milenios. Se inició como una transición de la recolección al cultivo, en una primera etapa, de simple cuidado de ciertas plantas, quitándoles competidoras, protegiéndolas de las plagas.

Algunos estiman que el proceso se inició a finales del octavo milenio antes de nuestra era, prolongándose hasta el 1,500 a.C. Hacia 3,400 a.C. comenzó a intensificarse el proceso de cultivo de plantas y domesticación de animales, lo cual tendría como efecto la aparición de las primeras aldeas agrícolas hacia esos tiempos.

A finales de los años cincuenta, con financiamiento de la fundación norteamericana Peabody Foundation for Archaeology, en el Valle de Tehuacán, Pue., donde las condiciones del subsuelo favorecen la preservación de los restos orgánicos se realizó el primer estudio acerca de la secuencia que llevó al ser humano al aprovechamiento de una diversidad de especies vegetales. Se pudo determinar la forma como el hombre, llegó a la domesticación de plantas silvestres, hasta llegar a las actuales variedades. Los suelos húmedos de la Cuenca del Valle de México no permiten hacer una reconstrucción de ese tipo, pero algo semejante pudo haber ocurrido en esta región.

De acuerdo con dicha investigación, entre el 7,200 y el 5,700 a.C. aparecieron las formas actuales del aguacate, la calabaza, el amaranto y el chile. Durante el período 5,700 y 4,300 a.C., se cuenta ya con el maíz. Los estudios de coprolitos indican una dieta que combina esta gramínea con la tuna, el zapote negro y el blanco.

Así, en esta parte del mundo, como ocurrió en otras regiones del planeta, se dio una versión de lo que se conoce como la Revolución Neolítica, concepto que engloba el conjunto de cambios que propició el descubrimiento y desarrollo de la agricultura.

Entre otros, destaca el aumento del instrumental, para las labores de cultivo, así como para el manejo y conservación de frutos y semillas. La agricultura, implica la necesidad del asentamiento fijo, aunque sea unos meses al año, para cuidar el plantío y también para defenderlo de otros seres humanos. Se vislumbra así el sentido de la propiedad.

Entre el 4,500 y el 3,500 a.C., el hombre llega a ser un agricultor sedentario. Para 4,300 y 3,000 a.C. tenemos las primeras aldeas de población semipermanente, gracias al uso del maíz, firmemente establecido, así como del algodón y dos tipos de frijoles.

Para el segundo milenio antes de nuestra era, el ser humano vive en aldeas, hace cerámicas, teje telas, cestas, labra la piedra. Ha creado una organización tribal y una magia que aún no es una religión

Entre los varios sitios explorados, cubierto ya por la mancha urbana de la Ciudad de México, se encuentra Tlatilco. Sus vestigios se localizan en el Municipio de Naucalpan, en el Estado de México, en lo que fueron las riberas del antiguo Lago de Texcoco. En el 1,700 a.C., se asentó un pueblo de nómadas migrantes, a quien hasta la época actual se le identifica como los tlatilca.

Cazadores y recolectores de origen, sobrevivían buscando agua, frutos silvestres y algún cuadrúpedo que encontraban a su paso. En la parte firme de lo que era una zona boscosa, con un clima diferente al actual, y los recursos que se derivaban de la rica flora y fauna existente, terminaron por volverse sedentarios.

A lo largo de los mil años posteriores, la gente de Tlatilco desarrolló la agricultura, la cerámica, una organización social y el pensamiento mágico, mediante el cual se rendía culto a diversas fuerzas naturales esenciales para la vida.

6.2 El primer centro urbano y ceremonial: Cuicuilco
La Fase I de Cuicuilco, la primera de su ciclo de vida, comienza a partir de 600 a.C. El máximo desarrollo se alcanzó en la V, la última, que transcurrió de 100 a.C. a 200 d.C.

El rescate del sitio se inició en 1923, con Don Manuel Gamio, quien, ese mismo año recibió la ayuda de Byron Cummings, de la Universidad de Arizona. En 1939 otro arqueólogo mexicano hizo otra excavación. En 1957 se llevó a cabo un proyecto financiado por la Universidad de California y en 1966-67, se aprovechó la construcción de la Villa Olímpica para realizar nuevas exploraciones.

El rescate arqueológico ha sido difícil, debido a la capa de lava que cubre el antiguo asentamiento, cuyo espesor es de 8 a 10 mts, además de las modernas construcciones residenciales y de servicios que ocupan una buena parte.
Se trata de un centro ceremonial no planificado, en el cual el aumento de la población se tradujo en una mayor productividad. Aunado a los adelantos tecnológicos, se generaron excedentes que permitieron el comercio, lo que explica el descubrimiento de conchas que provienen de las costas del Pacífico y del Golfo de México, de algodón de Morelos, y de jade y serpentina del sudoeste de México.

Su configuración señala los inicios del urbanismo en la Cuenca del Valle de México. Se ha determinado que una parte de la población no desempeñaba actividades agrícolas, y que vivía en las inmediaciones del Centro Ceremonial. Entre otros grupos, se menciona a los artesanos, los comerciantes, los soldados y la capa dirigente. Esta última, se supone, asumió el control de la sociedad con base al conocimiento que tenía de los movimientos celestes, lo cual le permitía saber cuando era la época, digamos, de la siembra, las lluvias o la cosecha.

Se dice que en Cuicuilco se da ya el tránsito del pensamiento mágico al religioso. Este se observa en la aparición del culto más antiguo en el centro de México, que se rinde a una de las fuerzas básicas de la naturaleza. Será objeto de veneración bajo la figura del viejo dios del fuego, llamado desde entonces Huehueteotl.

Aunque en el abrupto fin de su ciclo vital no alcanza la característica de un centro urbano planificado, estaba en vías de convertirse en ello. En las exploraciones que se han llevado a cabo, se detectaron 2 ejes, que irían propiciando el ordenamiento de la distribución de usos de suelo. Uno de estos ejes, tiene un kilómetro de longitud, va del Centro Ceremonial al sitio donde se asentaba hasta hace unos años la Fábrica de Loreto y Peña Pobre. Asimismo, se ha identificado otro de cinco kilómetros, que iría del Bosque del Pedregal al Cerro de Zacatépetl, en cuyas cercanías se han identificado antiguos canales de riego.

La mal llamada pirámide de Cuicuilco es el principio de la arquitectura monumental en la Cuenca del Valle de México. Se trata de cuerpos circulares superpuestos, el inferior tiene un diámetro de 123 m. En conjunto, su altura alcanza los 20 m. Su interior es de barro comprimido, y el exterior está recubierto de piedra. Está emplazado de oriente a poniente, suponiéndose que es para seguir el curso del sol. Esta es la misma orientación que se observa en el Templo del Sol en Teotihuacan, en el Edificio Principal de Tula, y los Templos Mayores de México-Tenochtitlán y de Tlaltelolco. En la parte superior existieron dos altares, pintados de rojo. Cuenta con una rampa de ascenso por el lado poniente y una escalinata por el oriente, que se cree la utilizaban los altos dignatarios.

Al final del preclásico, alrededor del año 200 d.C., entró en actividad el Ajusco, lo que provocó movimientos telúricos y lluvias de ceniza volcánica. Estos elementos precedieron a la explosión de uno de sus conos subsidiarios: el Xitle. La lava arrojada se extendió en 80 kms2. Sepultó a Cuicuilco casi en su totalidad, así como las posibilidades de haberse convertido en la primera gran ciudad de la Cuenca del Valle de México. En el inhóspito páramo, solo resaltaba una parte del Centro Ceremonial.

Puede uno imaginarse la conmoción que este acontecimiento provocó en los pueblos circunvecinos, y aquellos relacionados con Cuicuilco, sea mediante los lazos comerciales o, por decirlo de alguna manera, religiosos, pues muchas personas acudían ahí cual si fuera una especie de santuario.

Parte de este sentimiento llega hasta la actualidad. Sin incurrir en fatalismo, nos advierte de la amenaza permanente que se desprende de residir, y haber concentrado tantos recursos valiosos, en una zona de alta sismicidad, pues nadie puede garantizar que, en algún momento, deje de repetirse el funesto episodio acontecido hace dos milenios.

7. Modelos de Ciudades: Teotihuacán y Tula

Una cualidad del ser humano, que le permitió alcanzar un alto nivel en la escala evolutiva, es la capacidad de aprendizaje. Siempre se parte de la experiencia propia o ajena, no sólo en la vida cotidiana, sino también para encontrar soluciones en aspectos donde ésta se inserta. Este es el caso del pueblo mexica, que, en el desarrollo de su ciudad dispuso de necesarios referentes. Ahora los llamaríamos modelos, ejemplos que los guiaron en los trazos de lo que sería su propuesta.

Dentro de las posibles influencias, tenemos en principio a Teotihuacan, así la hayan conocido siglos después de su abandono. En fase de decadencia, pero aún viva, se encontraron a Tula y, en su momento de esplendor, la menos conocida para nosotros, en la que residía su amo, el Señor de los Tepanecas, Azcapotzalco, destruida al romper las cadenas de dominación, no solo en lo físico sino también en la memoria.

A continuación, nos referiremos al influjo que ejercieron las dos primeras en la configuración de la ciudad mexica.

7.1 Teotihuacán
Teotihuacán, espacio urbano sin parangón en Mesoamérica, constituye el antecedente más lejano, alrededor de 2000 años, de la centralización que caracteriza a la región natural donde se ubica la Ciudad de México. Por primera vez, en la Cuenca del Valle de México, aparece un polo que concentra funciones materiales y espirituales, y que ejerce su dominio en un territorio extenso, más allá de la corona montañosa.

Pese al abandono en el cual la conocieron, los mexicas no dejaron de sorprenderse ante la grandeza de ésta ciudad. Teotihuacán influyó en varios aspectos en el diseño de México-Tenochtilán, por lo que la tradición urbanística del Valle de Teotihuacán trasciende, por su intermediación, hasta la ciudad actual.

La paradoja y lo que se sabe de los logros de la ciudad.-
Teotihuacán es uno de los sitios arqueológicos mayormente explorados en México y, posiblemente, el que mayores visitantes recibe. Al mismo tiempo, de esta gran ciudad y el pueblo que le dio origen ignoramos muchísimas cosas. No sabemos como y de donde llegaron sus fundadores. Ni siquiera si realmente se llamaba como nos referimos a ella, así como los verdaderos nombres con los que sus pobladores identificaban calles, lugares y edificios, pues muchos de éstos les fueron dados siglos después de su destrucción. Igualmente, desconocemos las razones de su caída y abandono posterior por sus moradores.

Lo que se sabe es que fue una de las grandes urbes preindustriales, su ciclo de vida se extendió a lo largo de un milenio, superado por muy pocas ciudades en el mundo y, en el territorio nacional, quizás tan sólo por Cholula.

Alcanzó una población que osciló entre 80 mil y 100 mil habitantes, y una superficie máxima de 22 kms2, cerca del doble que México-Tenochtitlán. En la actualidad, lo que está a la vista es propiamente el corazón de la ciudad. Se ha rescatado una pequeña porción del resto, el que se encuentra bajo zonas urbanas, ranchos, carreteras e incluso instalaciones militares.

Llama la atención su gran sentido de planificación, el cual aparece desde las primeras etapas que se distinguen en su existencia. Se expresa en la distribución de usos del espacio, tales como el residencial, los destinados al ceremonial, a la elaboración de manufacturas y al comercio. En este último aspecto, resaltan las áreas destinadas a las representaciones de pueblos con los cuales se mantenía un estrecho contacto comercial, como los zapotecas, los mayas y de la costa veracruzana, lo que le da un aire cosmopolita.

Dos ejes que se cruzan perpendicularmente, en las inmediaciones del Gran Conjunto y de la Ciudadela, dividen en cuatro cuadrantes a la ciudad y rigen su despliegue. El esquema sería retomado en México-Tenochtitlán, al igual que la colocación, al sur del centro ceremonial, de la plaza destinada al mercado y a la residencia de los gobernantes.

Teotihuacán significa el punto de desarrollo más alto alcanzado en Mesoamérica, ningún pueblo alcanzaría el dominio territorial de los teotihuacanos, teniendo, a diferencia de toltecas y mexicas, el total control de los tres valles centrales.

Fueron arquitectos innovadores, desarrollaron una técnica constructiva conocida como tableros y taludes, que fue adoptada por numerosos pueblos. Lo mismo ocurrió con la pintura y la escultura, incorporadas como elemento de las construcciones. Los ceramistas, tejedores, lapidarios y carpinteros, notables artesanos, establecieron pautas a seguir.

Se dedicaron al comercio a gran escala y a distancias lejanas, lo cual fue paralelo a la expansión de su dominio y a la existencia de un poderoso ejército. Establecieron una relación de intercambio desigual con las regiones sojuzgadas, una especie de imperialismo. Adquirían de ellas materia prima a bajo costo, la transformaban en los talleres citadinos y la regresaban para su venta con un valor agregado.

La religión alcanzó su pleno desenvolvimiento, quedando definida a través de un conjunto de “deidades” o “dioses”, expresiones de fuerzas naturales, que continuarían siendo venerados por otros pueblos distantes en el tiempo. Eso hizo de Teotihuacán un lugar de peregrinaciones, de regiones alejadas acudían multitudes, para visitar sus maravillosos templos.

Teotihuacán inicia su desarrollo hacia el año 100 a. C. Doscientos cincuenta años más tarde, empiezan a emerger los rasgos que la identifican como una ciudad altamente planificada. En estos años, la ciudad alcanza una población de 30 mil habitantes y una extensión de 17 kms2.

Entre 450 y 650 d.C., la urbe alcanza su máximo esplendor y su influencia se extiende a toda Mesoamérica. En el clímax, la población asciende a 85,000 habitantes, y la superficie se estima en 20.5 kms2.

Después, comienza el declive, la inestabilidad y el desmoronamiento, se han propuesto diferentes explicaciones al respecto (conflictos internos, rebelión de los pueblos sometidos, invasión de pueblos bárbaros del norte, etc.). En el año 750 d.C., radican en ella apenas 5 mil almas. Se han encontrado evidencias de que la ciudad fue incendiada y saqueada. Según se indica, el abandono total ocurrió hacia el año 900 de nuestra era.

7.2 Tula
Su nombre original es Tollan, lugar donde abundan los tules, una planta perteneciente a la familia de las juncáceas, de tallos rectos, lisos y flexibles, que crecen en las riberas de lagos y ríos14.

Tula no se encuentra en la Cuenca del Valle de México. Está situada en una región estratégica, cercana a yacimientos de obsidiana, rica en calizas, a corta distancia de la zona pulquera y en el paso hacia el norte. Puede decirse que es una de las puertas de acceso a la Cuenca.

Su ciclo de vida, comprendido entre el año 900 y 1165 d.C., fue menor al de Teotihuacán, pero sus cerca de 265-270 años, lo hacen mayor al de México-Tenochtitlán (de 196 años).

Sin llegar a la grandeza y poderío territorial de Teotihuacan, el nivel de organización social y el prestigio que adquirieron fue a tal grado que tolteca llega a ser sinónimo de civilizado.

Tula se distingue por haber sido el asiento de pintores, eminentes astrónomos, lapidarios, carpinteros, albañiles, artesanos del arte plumario, alfareros, hilanderos y tejedores. A los toltecas se atribuyó el descubrimiento de la metalurgia, la medicina herbolaria, el sistema de correos y la invención del pulque.

Según cálculos modernos, la capital imperial llegó a tener entre 40 mil y 50 mil habitantes que vivían en el centro ceremonial y sus alrededores. En su período de apogeo, el núcleo urbano debió haber alcanzado 16 kms2, viviendo en él unas 32 mil personas, en tanto cerca de 28 mil lo hacían en la periferia.

Tula se convirtió entonces en la capital de un dominio que se extendió, de manera irregular, hacia el norte y el occidente del Altiplano Central, con ramificaciones hacia el Bajío y rutas de comercio que conectaban lugares tan lejanos como el suroeste de los Estados Unidos.

Hacemos referencia a ella, por al menos, dos circunstancias. Los mexicas la conocieron en el transcurso de su peregrinaje. Aunque se encontraba en decadencia, el que fuera una ciudad viva ofreció una experiencia diferente a Teotihuacán. Tiempo después, la integraron a su dominio.

Por otra parte, los mexicas hicieron suyas varias de las creencias y mitos de los toltecas. Se apoderaron de una parte de la peregrinación que éstos habían efectuado siglos antes, y ajustaron la salida de Aztlán, con el año de la caída de Tula.

Por otra parte, tiempo después, cuando le solicitaron al Señor de Azcapotzalco que les permitiera tener un tlatoani, y éste les dio su venia, acudieron con el de Culhuacán, para que les entregara a uno de los suyos, pues se decía que en las venas de la clase noble de este pueblo corrían sangre tolteca. Este primer señor de los mexicas resultó ser Acamapichtli, estableciéndose como uno de los requisitos para sus sucesores el pertenecer a su linaje, todos de alguna manera estuvieron emparentados con este personaje.

Otro mito heredado por los mexicas, fatal en su actitud hacia los conquistadores ibéricos, es el de Quetzalcóatl. Obligado por los excesos en que lo hace incurrir Tezcatlipoca, la Serpiente Emplumada abandona Tula y se dirige por el oriente a la Costa del Golfo. Confecciona una balsa de serpientes, y se lanza al mar, no sin antes prometer un eventual retorno en un año 1 Acatl. En la cuenta del tiempo que llevaban los mexicas, coincidió con el de 1519.

8. México-Tenochtitlán

La ciudad de los mexicas constituye un puente entre la tradición urbanística prehispánica y la que impusieron los europeos, misma que, a final de cuentas adoptó mucho de la antecesora. Con su mediación, se legaron elementos adquiridos de otras ciudades mesoamericanas, al menos de Teotihuacan y Tula, que llegan hasta nuestros días.

Si nos atenemos al relato indígena, fue fundada en 1325, sobre uno de los tantos promontorios que emergían en la parte oeste del lago de Metztliapan. En la medida que la comparación sea permisible, formaban una especie de archipiélago, que prefigura el crecimiento de la ciudad, la que en la actualidad preserva varios de los nombres con los que desde entonces eran identificados: Mixhiuca, Iztacalco y Tetepilco, al sur, o Tlatelolco y Nonoalco al norte

La dimensión del mayor de estos islotes, el elegido por Huitzilopotztli, era en verdad reducida. El eje norte-sur medía 950 m y el oriente-poniente escasamente un kilómetro. Sobre el entramado del centro histórico, lo podríamos localizar dentro de los siguientes límites: El norte se encontraría en la calle de República de Paraguay, el sur con el borde de la Plaza de la Constitución en 16 de Septiembre y Corregidora, el poniente en Allende y Bolívar y el oriente en Jesús María.

El inicio estuvo pleno de dificultades. Había una serie de ventajas, desde el punto de vista de la defensa y del entorno lacustre, pero innumerables carencias, desde los materiales para edificar decorosamente el templo principal, pasando por la del agua dulce, hasta el propio terreno. Puede escucharse extraño el citar entre las desventajas la falta del vital líquido, no lo es tanto al saber que, por los componentes del fondo de esa parte del cuerpo acuático, el Lago de Metztliapan, el líquido era salobre.

Un procedimiento ensayado en Teotihuacan y otros pueblos del Valle de México, el sistema de construcción de chinampas, fue utilizado para ganarle terreno al lago. Ello permitió alcanzar una mancha urbana de entre 10 a 13.9 kms2, en la que, llegaron a residir alrededor de 80,000 habitantes.

Aunque las cifras pueden parecernos pequeñas, debe señalarse que en esa época en España no existía una ciudad con más de 50,000 habitantes. Hacia 1531, Sevilla tenía alrededor de 45,000, y en toda Europa sólo encontramos cuatro ciudades, París, Milán, Nápoles y Venecia, con poblaciones superiores a 100,000 habitantes.

Sobre la trama urbana actual, en el año del encuentro con los españoles, los límites de México-Tenochtitlán alcanzan en el norte la calle de Juventino Rosas, en la Colonia Ex-Hipódromo de Peralvillo. El lindero sur es una calle paralela a Fray Servando Teresa de Mier, por los rumbos del mercado Sonora, la avenida Chimalpopoca. En el oriente, la calle de Imprenta, en la Colonia Morelos y al poniente, el eje Guerrero-Bucareli. De norte a sur la ciudad medía 3.7 k y de oriente a poniente alcanzaba los 2.9 k.

No debe de olvidarse que, al estar ya asentados en la pequeña isla, se gestó una edición más del divisionismo siempre presente en la trayectoria del pueblo mexica. En 1338, un grupo se inconformó por el tipo de terrenos que se le había asignado. Decidió trasladarse a un islote vecino, situado ligeramente al noroeste del seleccionado por el dios tutelar, y fundó la ciudad gemela de Tlatelolco. Esta derivación del proyecto original tuvo una existencia independiente durante 135 años, regida por sus propios señores, hasta su reincorporación por la fuerza en el tlataonato de Axayácatl.

8.2 Relación de tlatoanis
La presentación de la secuencia en la posición del rango más elevado en la superestructura de la sociedad mexica, es un hilo conductor para describir los cambios que fueron ocurriendo en el trazo de la ciudad, desde los primeros tiempos hasta el siglo de la llegada de los españoles.

1. En 1376 el Señor de Azcapotzalco, de quien eran vasallos, estuvo de acuerdo en que los mexicas formaran un señorío. Pidieron al de Culhuacán, y éste lo aceptó, que le entregaran a uno de los miembros de su nobleza, ya que se aseguraba que este nivel social contaba con sangre tolteca. De esta manera, de edad tan corta que llega de la mano de su madre, Acamapichtli (1376-1396), se convirtió en su primer tlatoani. Se propuso atender algunos aspectos de la ciudad, disponiendo de escasos recursos materiales. En diversas ocasiones, fue humillado por el Señor de Azcapotzalco; en una de ellas, por ejemplo, le regaló ropas femeninas para que se ataviara la siguiente vez que lo visitara.

2. A su muerte, Acamapichtli fue sucedido por su hijo, Huitzilihuitl (1396-1416), distinguido como un gran guerrero. Se casó con una hija de Tezozómoc, el Señor de Azcapotzalco, de nombre Ayaucihuatl. De su unión nació Chimalpopoca (1416-1426), quien se ganó de inmediato el afecto de su abuelo. La prematura muerte de su padre hizo que Chimalpopoca asumiera el poder a la edad de 12 años. Logró que Tezozómoc redujera los tributos a una entrega anual, tan pequeña que resultó ser simbólica del vasallaje. Posteriormente, le autorizó construir un caño que trajera agua de Chapultepec.

3. Al morir Tezozómoc, su hijo Maxtla reanudó la actitud hostil hacia los mexicas, provocando la muerte de su sobrino Chimalpopoca, algunos dicen que fue asesinado y otros que se suicidó. Fue designado Izcóatl (1426-1440), el libertador de los mexicas. En 1427, por consejo de Tlacaeletl, se acercó a Nezahualcóyotl, Señor de Texcoco y unió fuerzas con el de Tacuba. La Triple Alianza venció al año siguiente a los tepanecas, cuya capital fue destruida por completo, borrándola en el mismo sentido de la memoria.

Este triunfo fue decisivo. Le permitió a los mexicas subyugar a quienes detentaban las ricas tierras agrícolas del sur (Coyoacán y Xochimilco). Además, lo de mayor relevancia, pues rompe la condición de insularidad característica de la urbe mexica, Izcóatl le impuso sus nuevos vasallos la construcción de una calzada, que partía del corazón de la ciudad y llegaba hasta Iztapalapa.

Esta vía, la primera con tierra firme, llamada Calzada México-Iztapalapa, tenía una anchura de 5 m y una longitud total de 13.6 km, salía de la puerta sur del Centro Ceremonial y va sobre el trayecto de la Calzada San Antonio-Tlalpan. En el cruce con Ermita-Iztapalapa, tuvo una bifurcación, en la que se construyó un fuerte, llamado Xoloc. Por la derecha, un tramo de medio kilómetro llevaba a Coyoacán, en tanto a la izquierda, después de 5.8 km, se llegaba a Iztapalapa.

La calzada cumplía otras funciones adicionales a la comunicación. Servía de dique regulador de las aguas. Al tener puentes que podían ser removidos de tramo en tramo en caso de ser sitiados, era un elemento de defensa. Además, fue el sostén de un caño de agua, obra realizada por la gente de Coyoacán, como alternativa que ofrecieron a Izcóatl para que no destruyera su ciudad.

Por último, cabe mencionar que este tlatoani llevó a cabo la primera gran reconstrucción del Templo Mayor.

4. Izcoátl fue sucedido por Moctezuma Ilhuicamina (1441-1460). Su período fue igualmente memorable. El nuevo gobernante continuó la expansión de las fronteras a distancias cada vez más alejadas de la Cuenca. Afluyeron a la ciudad gran cantidad de productos de lujo y materiales de construcción. En su período, se dieron las transformaciones urbanas que causaron admiración a Cortés y sus huestes. Al final del tlatoanato, México-Tenochtitlán tiene ya las características de una metrópoli imperial.

En 1449, la ciudad experimentó una grave inundación, por lo cual se acudió al consejo de Nezahualcóyotl, el depositario del saber desde la época de la Triple Alianza. El Señor de Texcoco les aconsejó construir un gran dique, así como elevar el nivel del suelo de la ciudad. A la primera de estas obras se le conoce como el Albarradón de Nezahualcóyotl, realizado por los señoríos dependientes en tiempo record, con una longitud de 16 km, una anchura de 9 m y una altura de 4 m.

Este legado del Rey Poeta, que se conservaría hasta el primer siglo de la colonia, tuvo además del efecto regulador para prevenir las inundaciones, el permitir la disminución de la salinidad de la porción que quedó encerrada entre el Albarradón y la ribera oeste. La antigua laguna de la Luna quedó dividida, recibiendo la parte poniente el nombre de Lago de México, y de Texcoco la oriental.

Otra gran obra, trazada y dirigida por Nezahualcóyotl, en 1454, fue el acueducto para traer agua de Chapultepec. Partía de los manantiales ubicados en el pié del cerro, seguía el curso de lo que fue el Río Consulado (Circuito Interior), y doblaba hacia el oriente en las orillas de Tacuba. Dado que tenía que atravesar la laguna, se decidió construir una calzada de 3.6 km, la México-Tacuba, con funciones similares a la que iba a Iztapalapa.

En reconocimiento a tantos beneficios recibidos, los mexicas le otorgaron a Nezahualcóyotl una residencia en un lugar cargado de simbolismos, allá por el cerro del chapulín.

En 1461, se reedifica el Templo Mayor y se delimita el Centro Ceremonial con un coatepantli o muro de serpientes. El cuadrilátero, de 500 m de lado, corre por donde se encuentran las calles de San Ildefonso en el norte, Correo Mayor en el oriente, Moneda al sur y Monte de Piedad y Brasil por el poniente.

El Centro Ceremonial viene a ser el corazón de la ciudad. En el centro, marcado por el arranque del Templo Mayor, se cruzaban los ejes norte/sur (Iztapalapa/Tepeyac) y oeste/poniente (Embarcadero a Texcoco/Tacuba). Estos, a su vez, definían cuatro barrios. En el sentido de las manecillas del reloj tendríamos: Cuepopan, Atzacualco, Teopan y Moyotlán, según Sonia Lombardo15 y de Cuepopan, Atzacualco, Zoquiapan y Moyotlán de acuerdo con Manuel Carrera Stampa16).

A Moctezuma I se le atribuye la delimitación de la gran plaza que existió al sur del Centro Ceremonial, así como la construcción de las primeras Casas Reales, una parte del predio lo ocupa el Nacional Monte de Piedad. La explanada surge de la necesidad de disponer de un espacio destinado al intercambio comercial, el tianguis, así como para permitir el tránsito en una zona de gran movimiento, generado por la Calzada México-Iztapalapa que se inicia en la puerta sur, la presencia del propio Centro Ceremonial y las diversas edificaciones de funcionarios e integrantes de la corte.

Así mismo, es de señalarse la restricción existente para el ingreso al máximo recinto religioso, que hacía perentorio disponer de un área despejada, desde la que, aquellos que no tenían acceso, pudieran observar las ceremonias que tenían lugar en el interior. Por eso, al visitar el Zócalo, debemos expresar nuestra gratitud a Moctezuma Ilhuicamina.

En estos años, gracias a los tributos que venían de todos los confines del dominio, se modifica el aspecto material de la urbe, al cambiar los materiales de las construcciones principales, en su mayoría de barro y carrizo, por piedra, estuco y madera.

5. El siguiente tlatoani fue Axayácatl (1469-1481). En 1470, reconstruye el Templo Mayor. Nueve años después, se esculpe la Piedra del Sol, monolítico al que se conoce popularmente como el Calendario Azteca siendo su nombre correcto el del “Piedra del Sol”.

Un hecho importante fue la anexión, en 1473, de Tlatelolco, que había venido funcionando como un señorío independiente, con su propio tlatoani, hasta que Moquíhuix, el último de ellos, fue derrocado por las huestes mexicas. De hecho, ésta ciudad estaba separada de México Tenochtitlán tan sólo por una acequia y disponía del mercado más importante de la zona.

Es de señalarse que se trata del primer caso de conurbación registrado en la historia de la urbe. Otro paralelismo con el presente es que la anexión formal de Tlatelolco significa la ruptura de una distribución espacial ordenada por los ejes rectores, que planteaban una división en cuatro cuadrantes.

En 1475, debido a un terremoto, se reconstruyeron con magnificencia las casas reales, por lo que a la llegada de los españoles se conocían como el Palacio de Axayácatl.

6. Seis años después, fue designado Tizoc (1481-1486), de carácter pusilánime. Sin el brío y voluntad de sus antecesores para emprender nuevas conquistas, aconsejado por Tlacaeletl, procedió a reconstruir el Templo Mayor. Al no existir razones que lo justificaran, le fue recriminado con acritud por sus contemporáneos. Se dice por ello que, más que una muerte natural, su fallecimiento se debió a que fue envenenado.

7. El en su lugar, fue nombrado Ahuizotl (1487-1502). Con el aliciente del triste destino de su antecesor, emprendió la campaña de Oaxaca. Pudo con ello hacer gala de los méritos suficientes para concluir la cuarta reconstrucción del Templo Mayor, colocándose frente a la escalinata el monolito de la Coyoxauqui. ¿Quién podría imaginarse que, siglos después, el descubrimiento de la efigie desmembrada de la hermana de Huitzilopotztli justificaría la decisión de un moderno tlatoani por recuperar un poco de los restos materiales de esos tiempos?

La reinauguración máximo templo se conmemoró con rituales que incluyeron el sacrificio de miles de prisioneros, en una cifra tal que ríos de sangre se desbordaban por la escalinata y obligaban al relevo de los sacerdotes encargados de la inmolación.

Con Ahuizotl el dominio mexica alcanza su máxima extensión y concluye la etapa de los grandes caudillos militares. En su conjunto, habían conquistado un territorio de 300,000 km2, algo así como la superficie de la República de Italia.
El crecimiento de la ciudad, y por ende de la población residente, trajo como consecuencia el descenso en el nivel de los lagos, y con ello las dificultades para el transporte acuático, en especial en las acequias. En 1499, Ahuizotl ordenó al Señor de Xochimilco la construcción de un nuevo caño de agua, con la idea de que, al incrementarse el flujo del líquido, se abatiría el desnivel. Al indicarle Tzutztumatzin lo peligroso de tal medida, pues aumentaría el riesgo de inundaciones, Ahuizotl lo mandó matar por desacato.

El caño se puso en operación y el agua empezó a fluir. La amenaza anticipada por el señor de Xochimilco se hizo realidad. La ciudad se inundó y se recurrió al consejo de Nezahuapilli, Señor de Texcoco, hijo de Nezahualcóyotl. Con igual sentido común que su progenitor, recomendó y procedió a encabezar los trabajos para cegar la fuente, aconsejando de nuevo elevar el nivel del suelo un estadio más.

Las crónicas relatan que el propio Ahuizotl fue víctima de su imprudencia, pues su muerte, acaecida años más tarde, se debió a las secuelas de un golpe en la cabeza que sufrió al huir de las aguas que anegaban su recinto.

8. El noveno tlatoani fue Moctezuma Xocoyotzin (1502-1520). En su período hay ciertos cambios importantes en la fisonomía de la ciudad, y a pesar de lo relativamente prolongado que fue su mandato, no tuvo tiempo para emprender un engrandecimiento del Templo Mayor.

En la narración que llega hasta nuestros días, desde niños escuchamos una serie de relatos que describen su personalidad, en la que tiende a acentuarse lo extravagante, que si nunca usaba dos veces la misma vestimenta o los cacharros para comer, que si se hacía traer pescado de las dos costas o agua de Tehuacan, que si nunca pisaba el suelo vil, etc. Más bien, estas frivolidades son el resultado de la consolidación de la máxima institución mexica de poder, de la forma como se concibe su titular, a sus ojos y los de sus vasallos.

Sin hacer mucha referencia a los hechos anecdóticos que nos dan la imagen de un ser que se presenta ante sí y los suyos con rasgos de divinidad, debe resaltarse la reorganización administrativa que lleva a cabo, por el efecto que tiene en el ámbito urbano.

En este sentido, podemos rescatar la relevancia que tiene la construcción de las nuevas casas reales. Contribuyó en esta decisión el impacto de la anexión de Tlatelolco, donde operaba el mercado de mayores dimensiones en el Valle de México. Poco a poco, el que funcionaba en la plaza mayor de México-Tenochtitlán fue perdiendo importancia, por lo que Moctezuma Xocoyotzin determinó erigir una nueva residencia en un espacio que le segregó para ello.

Se puede afirmar que al antepenúltimo tlatoani se le debe la ubicación del predio donde hoy se encuentra el Palacio Nacional, así como las dimensiones actuales de la Plaza de la Constitución.

Al paso de los años, bajo la dirección de sus gobernantes, los mexicas concretaron la promesa que los hizo dejar Aztlán. La sede desde la que se regía la vida de un vasto territorio estaba a la altura de la leyenda, pero sobre todo, había encontrado solución a los problemas que generó su localización en un medio acuático.

Es una propuesta de transformación del entorno en la que existe una adaptación armónica. Las calzadas, las calles de agua o acequias, los diques, las chinampas, significan una alteración del ambiente natural, pero no su destrucción.

En tiempos posteriores, este modelo sigue dando inspiración para proyectos de rescate, tan atractivos como el que se puso en marcha en el ex-Vaso de Texcoco, o el que, con ambiciosas pero no inalcanzables miras, significa su ampliación y la recuperación total del contexto lacustre, expuesto a finales del siglo pasado por el arquitecto Teodoro González de León17.