jueves, 20 de noviembre de 2008

9. La conquista

En esta etapa, la más corta en la historia de la Ciudad de México, se destruyó físicamente la capital del dominio mexica, permitiendo la imposición de un modelo urbanístico que, aunque de raíz diferente, tuvo que tomar en cuenta varios de los aspectos de la urbe prehispánica.

Es importante destacar, por otra parte, que la toma de México Tenochtitlán permitió, de golpe, la incorporación de un territorio considerable al Imperio Español, que vendría a ser una especie de cabeza de playa para la conquista de otras partes del Nuevo Mundo, así como lo fueron en un primer momento las islas caribeñas.

El hecho de que un reducido grupo de aventureros, que nunca pasó de dos mil personas, haya sometido a un pueblo que tenía un dominio territorial similar al de Italia, en el que vivían millones de personas es, a primera vista, una de las grandes paradojas de la historia mexicana.

Esta paradoja puede comprenderse, si se toman en cuenta los dos aspectos que entraron en contradicción.

9.1 Los augurios funestos
Por la parte indígena, hay que considerar una serie de fenómenos que ocurrieron en los tiempos anteriores a la llegada de las huestes de Cortés, y que fueron interpretados como signos funestos, de que algo grave iba a ocurrir. Entre los diversos autores que los han narrado, citamos la mención que de ellos hace Fernando Benítez, quien enumera los siguientes:
1. En 1517, una espiga de fuego aparecía en el atardecer y se prolongaba hasta que la luminosidad del sol la borraba pasada el alba. No era otra cosa que el cometa Halley.

2. El incendio del adoratorio de Huitzilopotztli, erigido en lo alto del Templo Mayor, el cual se afirmaba había acontecido por sí solo, sin causa aparente.

3. El rayo que destruyó el Templo de Xiuhtecutli, dios del fuego.

4. El agua del Lago de Texcoco empezó a hervir, se retiró y regresó en forma de una gigantesca ola, provocando una inundación que arrasó varias viviendas.
5. La aparición de seres grotescos y deformes en lugares públicos, que tras ser capturados, desaparecían al ser llevados ante la presencia del tlatoani.

6. El pájaro, parecido a una grulla, fue capturado por unos pescadores a quienes les llamó la atención el que tuviera un espejo en la cabeza. Al mostrárselo a Moctezuma, vio una multitud de personas que se amontonaban, algunas de las cuales venían montadas en venados.

7. La leyenda que atravesaría toda la época colonial, disolviéndose en las primeras décadas del siglo pasado. Por las noches, se escuchaba la voz desgarradora de una mujer. Rompía con sus gritos la oscuridad que prevalecía en la mayoría de las calles, diciendo: “¡Hijitos míos, pues ya nos tenemos que ir!. ¡Hijitos míos!, ¿a dónde os llevaré?”.

8. Por último, el mito tolteca de Quetzalcóatl, quien había prometido regresar en un año 1-Acatl (Uno Caña), el cual vino a ser precisamente el de 1519.

También, debe de tomarse en cuenta que el dominio mexica era el resultado de una expansión territorial relativamente reciente, de menos de un siglo, pues había sido iniciada por Izcoátl. En el mal llamado imperio azteca no se había impuesto todavía una homogeneidad al estilo de los romanos.

Se encontraban aún vivas las identidades sojuzgadas. En algunas regiones, no había transcurrido aún una generación y por todas partes se conservaba la memoria de tiempos en los cuales no eran vasallos de los belicosos señores del altiplano central. En este contexto, los españoles fueron vistos como unos libertadores de la opresión a que los habían sometido los mexicas.

9.2 Del lado de los europeos
Los iberos venían de una guerra de reconquista y de aventuras militares en otras partes de Europa. Entre sus consecuencias, se tiene una variedad de experiencias en distintos órdenes, incluso en el trazo de lo urbano, así como masas de soldados desocupados, adiestrados en las artes de la guerra, que pasaron al Nuevo Mundo.

Cuenta también las dotes para el ejercicio del poder que poseía Hernán Cortés, quien visualizó claramente la situación descrita en el dominio de los mexicas. Su gesta es más el producto de la política que de las habilidades militares. Nacido en Medellín, Extremadura hacia 1485, tenía 34 años al momento de su encuentro con Moctezuma. Además de algunos estudios en la Universidad de Salamanca, disponía de la experiencia que le dio haber trabajado con un escribano de dicha ciudad. Pasó a América en 1511 y participó en la conquista de Cuba.

El Gobernador de la isla, Diego de Velázquez, le encomendó la tercera expedición al recientemente avizorado territorio, con la consigna de las dos anteriores: Reconocimiento y pillaje.

11 naves, 518 soldados, 110 marineros, 16 jinetes y 32 ballesteros fueron puestos bajo el mando de Hernán Cortés. Su capacidad de fuego se integraba con 13 escopeteros, 10 cañones y 4 falconetes. Después de realizar un recorrido por las costas de Cuba, para reclutar más hombres y aprovisionarse de lo necesario, salieron de San Antón, el 18 de febrero de 1519.

En Cozumel, encontraron al diácono Jerónimo de Aguilar, una de las dos voces de la conquista. Dominaba la lengua maya después del cautiverio y estancia de 10 años con integrantes de este pueblo, tras el naufragio del barco en el que viajaba.

Gonzalo Guerrero, otro naufrago y compañero de penurias de Aguilar, decidió quedarse. Se afirma que el iniciador del mestizaje murió en la defensa del pueblo al cual se había integrado, sin importar que la lucha fuera en contra de sus compatriotas.

En las cercanías del Río Grijalva, los expedicionarios libraron su primera batalla. Superado por las técnicas militares y un armamento que le era desconocido, el cacique derrotado, para congraciarse, le ofreció a Hernán Cortés un obsequio inigualable, un grupo de mujeres que reparte con generosidad entre sus oficiales. Una de ellas era Malinalli, la Malinche.

El 21 de abril de 1519 llegaron a la Isla de San Juan de Ulúa. Cortés recibió a los emisarios de Moctezuma, los regalos que le llevaron se acompañaron de la petición de detuviera su marcha, le pidieron no seguir su rumbo a México-Tenochtitlán. Los presentes exacerbaron la codicia de los europeos, y Hernán Cortés hizo una demostración de caballería y artillería, que impresionó a los indígenas.

En ese lugar ocurrieron dos hechos de trascendencia: Uno fue la ruptura con Diego de Velázquez. Para legalizar su acción, se fundó una ciudad, la Villa Rica de la Veracruz, que implicó de inmediato, conforme a la tradición española, la integración de un Ayuntamiento. Este órgano, a su vez, le dio sumos poderes, al designarlo Capitán General y Justicia Mayor. Con ello, su responsabilidad era directamente con la Corona, no con el Gobernador de Cuba.

Durante esa estancia, Jerónimo de Aguilar identificó las habilidades de la Malinche, al darse cuenta de que hablaba un idioma que él no comprendía. Según se sabe, su padre la había vendido como esclava a unos comerciantes, cuando era niña. Estos hicieron lo mismo después de llevarla a la región maya, en la que aprendió su lenguaje, sin olvidar el náhuatl.
Malinalli, que significa yerba retorcida, y a cuyo nombre se le agregó por su cercanía con Hernán Cortés, la terminación reverencial tzin, sabía hablar en ambas lenguas. Al principio, Malinalli traducía los parlamentos del náhuatl al maya a Jerónimo de Aguilar, y éste se los transmitía en castellano a Cortés. Con el paso del tiempo, aprendió a hablar el idioma de los conquistadores, con lo que se redujo a uno el eslabón.

9.3 Con rumbo a México-Tenochtitlán
En Junio de 1519, Cortés emprendió el camino hacia México-Tenochtitlán. Evitó en sus las zonas pobladas, después de pasar por los Llanos del Salado y Xalapa, en septiembre se encontraba en Tlaxcala. Una vez superada la oposición de Xicoténcatl, estableció una alianza con los gobernantes tlaxcaltecas, que sería estratégica para sus propósitos.

En octubre, bajo el pretexto de que estaba en curso una conspiración en su contra, llevó a cabo la matanza de Cholula. Además del efecto de demostración, la crueldad ejercida sobre una ciudad sagrada tuvo la clara intención de no dejar a sus espaldas una amenaza.

Después de atravesar el paso que a partir de entonces lleva su nombre, entre los dos volcanes, tocó Amecameca, Tlalmanalco, Tláhuac e Iztapalapa. En este último poblado, el encargado de darle la bienvenida fue Cuitláhuac, hermano del tlatoani, como si fuera una reprimenda a su fraterno, quien le había advertido del peligro que significaba permitir la entrada de los europeos.

El 8 de noviembre de 1519, fue recibido por Moctezuma Xocoyotzin, en un lugar que rememora la inscripción que fue colocada a espaldas de la Iglesia de Jesús Nazareno, sobre la Avenida Pino Suárez. Las palabras que pronunció ante el extremeño son poco menos que una capitulación y la entrega de la ciudad. Son alojados en las viejas casas reales, y antes de que transcurra una semana secuestraron al tlatoani.

La situación durante seis meses impresiona por la pasividad del pueblo y la nobleza ante la actitud y comportamiento de los extranjeros. En mayo de 1520, Hernán Cortés recibió la noticia del desembarco de la expedición punitiva al mando de Pánfilo de Narváez, que envía el Gobernador de Cuba. Para enfrentarlo, salió en su búsqueda, y dejó la posición a cargo a Pedro de Alvarado, con una guarnición de cerca de 120 hombres.

Mientras Hernán Cortés, con la valiosa ayuda de sus aliados indígenas, derrotaba a Narváez y sumaba su tropa a la aventura, Pedro de Alvarado arremetió en contra de los nobles que se encontraban reunidos en una ceremonia, evento que se conoce como la matanza del Templo Mayor de Tlatelolco.

Al regresar con su fortalecido ejército, el conquistador notó lo enardecido de los ánimos. Fue sitiado en las viejas casas reales del 25 al 30 de Junio. La noche de ese último día, tomó la decisión de abandonar con sus huestes la ciudad, a sabiendas de que se llevaría a cabo una celebración religiosa, lo que les permitiría salir sin ser percibidos. Estos hechos dan lugar al episodio conocido como la Noche Triste.

Entre los preparativos de la fuga, Cortés ordenó al Contador apartar del botín el quinto real, y, precavido, lo instruyó para que separara lo que en justicia le tocaba. En un acto de inusitada magnanimidad, reparte el resto del acopio del pillaje entre sus hombres.

Las fuerzas se dividieron en tres secciones: la vanguardia, el cuerpo principal y la retaguardia. Llevaban un puente portátil para atravesar los pasos que habían sido cortados por los mexicas. No son percibidos en su transcurrir por la Calzada México-Tacuba, hasta llegar a donde se encontraba el primer corte, a la altura del Palacio de las Bellas Artes.

A partir de ese punto, el hostigamiento de los mexicas fue una constante. En otro de los cortes de la calzada, que rememorarían tiempo después con la consagración de un templo a San Hipólito (ahora desplazado por el culto a San Judas Tadeo), estuvieron a punto de ser exterminados. En el siguiente, Pedro de Alvarado salvaría el pellejo en memorable salto que se convertiría en providencial puente.

Por la gracia de Dios y de Santiago, buena parte del contingente logró llegar a tierra firme. Mientras se reagrupaban sus golpeadas fuerzas para continuar la huída, Cortés se tomó un breve respiro en Popotla, que ha sido exagerado hasta las lágrimas, y por lo que muchos años se preservó añoso ahuehuete, del que se conservan vestigios ahumados que dejó un incendio provocado por el descuido y el vandalismo.

El amanecer debió haberlos sorprendido en desatada carrera sobre los llanos de Tacuba y Azcapotzalco. Al llegar a Naucalpan, la intermitencia de los ataques les permitió hacer un alto, en un lugar que enaltecerían con la dedicación de un Santuario a la advocación de María que, junto San Hipólito, los libró de ese mortal trance, la Virgen de los Remedios, culto rival de la Guadalupana que se desvanecería al concluir la colonia.

El 7 de julio, estuvo a punto de ser derrotado por un ejército mexica en Otumba. La supremacía de sus tácticas militares revirtieron el aniquilamiento, y pudieron llegar sin mayores contratiempos al territorio aliado de Tlaxcala. Ahí, mientras transcurría el aciago verano, repuso fuerzas en todo sentido, pues la contienda lo había dejado mal herido de la cabeza y con la pérdida de dos dedos.

9.4 La campaña sobre México-Tenochtitlán
En septiembre de 1519, se encontraba preparado y listo para emprender la campaña hacia México Tenochtitlán. En el curso de la primera parte de su acometida, tomó la precaución de resguardar el camino de la costa. En previsión de una eventual retirada estableció en Tepeaca la estratégica Villa de Santa María Segura de la Frontera. Posteriormente, conocedor del sitio donde se ubicaba la ciudad mexica, ordenó la manufactura de una flotilla de bergantines, los que se hicieron desarmables, para poder transportarlos hasta el lugar donde serían utilizados.

En tanto, el día 7 de ese mismo mes, Cuitláhuac ascendió al tlatoanato. El nuevo gobernante permaneció al frente de su pueblo durante 70 días, al término de los cuales sucumbió víctima de la epidemia de viruelas, padecimiento que trajo uno de los soldados de Pánfilo de Narváez. Falleció el 25 de Noviembre de 1519 y fue sustituido por Cuauhtémoc, quien asumió la grave responsabilidad a los 24 años de edad, de ahí el apelativo de Joven Abuelo.

La estrategia general de Hernán Cortés fue lo que ahora se llama “tierra arrasada”. Durante los meses finales de 1519, en un movimiento envolvente asoló la región colindante al Valle de México. Sus acciones sembraron el terror e impidieron la posibilidad de que los mexicas recibieran apoyo de otros pueblos.

En los cuatro primeros meses de 1521, dominada el área circundante, se llevaron a cabo las campañas de Iztapalapa-Chalco-Mixquic; Xaltocan-Azcapotzalco-Tlacopan; Oaxtepec-Cuernavaca y el 13 de abril concretaron la de Xochimilco-Churubusco-Coyoacán. Estas acciones, que cerraron un anillo en las inmediaciones de la ciudad de México-Tenochtitlán, le dieron el control de su entorno inmediato.

A finales de mayo, con los bergantines rearmados y botados en Texcoco, comenzó el sitio definitivo de la ciudad. Hernán Cortés dividió sus fuerzas. Una parte se encomendó a Pedro de Alvarado, con el propósito de atacar por el norte (Tacuba). La segunda, a cargo de Cristóbal de Olid, tuvo la consigna de tomar Coyoacán y vencer la resistencia en el Fuerte Xoloc. Gonzalo de Sandoval dirigió las acciones del tercer cuerpo bélico, el cual maniobraría en Iztapalapa. Hernán Cortés se reservó los elementos restantes y, con los bergantines, brindaría apoyo a sus tres capitanes.

El 26 de mayo fue cortado el abastecimiento de agua a la ciudad. 70 días se combatió, casa por casa. En algunas ocasiones, los invasores llegaron hasta el corazón de la ciudad. Para impedir que los defensores volvieran a apoderarse de las edificaciones de donde ya han sido desalojados, fue necesario arrasar lo que estaba en pie en las partes que se fueron tomando. Para el 27 de julio, a sangre y fuego, cayó Tlaltelolco.

El 13 de agosto de 1521, uno de los bergantines, interceptó la barca en la que Cuauhtémoc intentaba huir. Hecho prisionero y al encontrarse en la presencia de Hernán Cortés, pronuncia aquellas famosas palabras, dichas para el bronce: “Malinche, ya he hecho todo lo que estoy obligado en defensa de mi ciudad y ya no puedo más, y pues vengo por fuerza ante tu persona y poder, toma ese puñal y mátame con él”.

La estrategia de aislar a los mexicas de cualquier expresión de solidaridad había resultado exitosa. Al ser entregado a Hernán Cortés, lo acompañaban tan sólo el Cihuacoátl Tlacotzin; Tetlepanquetzal, Señor de Tlacopan; Coanacoh, de Texcoco; Oquiztzin, de Azcapotzalco; y Panintzin, de Ecatepec.

Cuauhtémoc sobreviviría hasta el 26 de febrero de 1525, cuando fue asesinado en la expedición de Cortés a Las Hibueras (Honduras).
A final de cuentas, la ventaja para la defensa que tenía el lugar donde estaba emplazado México-Tenochtitlán se revirtió en su contra. Resultó tan frágil, que fue tomada tras un asedio que no fue tan prolongado. Su caída ocurrió en menos de dos meses y medio, y si se toma en cuenta el inicio de la campaña, por Septiembre de 1520, apoderarse de ellas y casi destruirla hasta sus cimientos no le llevó a Hernán Cortés ni siquiera un año.

Al doblar por el Cabo de San Antón y tomar derrotero hacia las costas del caribe, a mediados de febrero de 1519, el ambicioso extremeño estaba muy lejos de imaginar que, a la vuelta de dos y medio años pondría a los pies del monarca español, no sólo un territorio vasto de recursos, sino la puerta de entrada para la dominación de una porción considerable del Nuevo Mundo.

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