sábado, 6 de mayo de 2017

Las vías de comunicación en la Ciudad de México en los informes presidenciales de ALM



Hace ya muchos años, cuando daba clases en la Ibero, una de mis alumnas en la noble institución de la Compañía de Jesús, cuyo nombre se lo ha llevado el Alzheimer, me regaló un libro que se encontraba en la biblioteca de su casa y el cual reúne los seis informes rendidos por el Presidente Adolfo López Mateos, como suele decirse, al comparecer ante la soberanía del Honorable Congreso de la Unión. Al parecer, vestigios de recuerdos indican que la progenitora de mi discípula se había desempeñado en el equipo secretarial del segundo mandatario mexicano nacido en el Siglo XX.
 
Este ejemplar ha ocupado un espacio entre mis libros desde hace más de 20 años, sin que lo tomara en cuenta, fuera de utilizarlo para esconder billetes de $20 en previsión de alguna emergencia, o algún recuerdo de incursiones por bares y lugares proscritos de la urbe. 
 
De manera reciente, por alguna razón que sólo explica la madre de todos los vicios, estuve revisándolo. Me acordé de tiempos lejanos, cuando el 1º de septiembre era el Día del Presidente, de asueto obligado en el sector público. Los informes rebosan de cifras y grandes realizaciones. ¡Qué tedio era el escucharlos! Lo único que parecía valer la pena es que esa fecha era el pretexto para holgazanear. Bueno, no para todos, ya que muchos tenían que ir a hacer vallas y otros tenían que escucharlo in situ. De éstos últimos no me apeno, pues en realidad el estar presentes, inamovibles, era una de las pocas obligaciones que tenían que cumplir, a las cuales se sumaba el consabido besamanos en Palacio Nacional. 
 
El Presidente competía contra sus predecesores y, avanzando el sexenio, contra sí mismo. Mientras más cifras tuviera, y mayor tiempo llevara la exposición justificadora de su quehacer, mejor. Los acuciosos y oficiosos cronistas resumían el impacto señalando las veces que la lectura del Mexican State of the Nation había sido interrumpido por los aplausos de la mal llamada clase política y de los representantes de la oligarquía convocados al evento, o bien de la duración que había tenido.
 
Aficionado a la historia de esta ciudad ubicada en la región menos transparente del aire, al revisar el citado libro, busqué lo relativo a las menciones que hace el prócer mexiquense, en cada informe, de lo realizado en beneficio de los habitantes de la urbe y que aparece en una sección intitulada Departamento del Distrito Federal.
 
No olvidemos que, en aquellos tiempos, el Presidente tenía la facultad de nombrar a quien se conocía como Regente del Departamento del Distrito Federal, por lo que tenía que incluir en su formal informe lo que, en el período correspondiente, se había hecho en tal demarcación. Tampoco es prudente dejar de mencionar que, en dicho sexenio, el responsable de la Regencia del DDF era quien más tiempo ha permanecido al frente del gobierno de los capitalinos: el sonorense Ernesto P. Uruchurtu, llamado por sus panegiristas el Regente de Hierro y, por quienes estuvieron de acuerdo con él de omitir su apellido paterno (Peralta), El hombre de las cuatro U´s.
 
Adolfo López Mateos tuvo la fortuna de gobernar un México que, desde el punto de vista político, económico y social, ha desaparecido en muchos aspectos. Así mismo, parafraseando a José López Portillo y Pacheco, al hombre nacido por casualidad en San Francisco Atizapán le tocó conducir la nave de los destinos nacionales en un mar internacional, en términos económicos, en muchas maneras compatible y favorable con el llamado Desarrollo Estabilizador.
 
Además, lo hizo con el concurso de mexicanos metidos al quehacer político de estatura excepcional, sobre todo si los comparamos con sus actuales símiles. ¿Qué gabinete presidencial no se enorgullecería de contar con los servicios de personalidades como Ernesto Peralta Uruchurtu, o bien como Antonio Ortiz Mena, Rodrigo Gómez, Javier Barros Sierra y, sobre todo, Jaime Torres Bodet?
 
En los informes presidenciales de Adolfo López Mateos, en la sección relativa al entonces Distrito Federal, se hace la mención a las respuestas que se pretende aplicar para la solución de diversos problemas de la urbe capitalina, que en gran parte siguen siendo los mismos: el hundimiento de zonas de la urbe, la dotación de servicios como agua potable y drenaje, el transporte, el abasto, la vivienda, etc.  
 
Lo que me llamó la atención es lo que sus informes rendidos ante el Congreso de la Unión nos dicen respecto a las vías de comunicación. Como se verá en la siguiente relación, varias de las arterias vitales de la urbe fueron concretadas en aquel entonces. Con Adolfo López Mateos, uno de mis Presidentes favoritos en el indagar sobre las cualidades de quienes nos han gobernado, que ha sido mi pasión desde que pretendí ser un sociólogo al amparo de la Historia, se trazaron, o en algunos casos, se continuaron, las líneas del desarrollo urbano de esta grandiosa monstruosidad que es ahora la Ciudad de México.
 
Una pregunta que no he podido resolver aún es si la decisión de trazar tales rutas fue en respuesta de una situación dada, o fue en anticipación racional ante lo que vendría después. El caso es que fue una decisión relativamente inteligente, oportuna en su momento y que, desafortunadamente, propició que la mancha urbana siguiera los pasos de lo que marcaron tales rutas.
 
El primer informe
Al comparecer ante el Congreso de la Unión, el 1º de Septiembre de 1959, párrafos después de haber señalado que “La grandeza de la ciudad de México y el desarrollo del Distrito Federal plantean ingentes problemas, día con día”, López Mateos apunta que: “se trabaja aceleradamente para la conversión de la calzada de Tlalpan en vía de circulación continua”.
 
Quizás por tratarse del informe que cubre los primeros 9 meses de la administración, la referencia al punto que nos ocupa es en verdad escueta, poco menos de dos líneas, donde se hace saber de las labores para convertir a la calzada de Tlalpan, la vía de comunicación cuyo diseño prehispánico nos permite calificarla como la de antecedentes más antiguos de la Ciudad de México, en una especie de vía rápida.
 
Por curiosidad, buscando algún señalamiento, se revisó el 6º y último informe del antecesor de López Mateos. El Presidente Ruiz Cortines, en un documento plagado de cifras millonarias relacionadas con obras llevadas a cabo en el Distrito Federal, se limita a dar vagos indicios, tales como, textualmente: “En construcción, reconstrucción y conservación de avenidas, pavimentos, banquetas y pasos a desnivel. 72 millones durante 57 - 58.

En el sexenio 408 millones, incluidos 194 de los nuevos ejes viales.”
 
El segundo informe
El 1º de Septiembre de 1960, el Presidente Adolfo López Mateos, al rendir su segundo informe de gobierno, dando cuenta de un período que ya es su total responsabilidad, puntualiza: “Fueron entubados los ríos de La Magdalena y Consulado, y sobre ellos se construyen dos importantes vías de comunicación: la primera entre Avenida Universidad y Puente de Sierra; la segunda entre Avenida Insurgentes Norte y el Puerto Aéreo.”
 
 Más adelante, el Primer Magistrado de la Nación señala: ”En julio se abrió el primer tramo –entre la Plaza de la Constitución y el Viaducto de La Piedad- en la nueva Calzada de Tlalpan, convertida en vía de circulación continua, prolongada en la Avenida Pino Suárez, que se amplió para permitir una circulación de 5 carriles. En este mes se pondrá en servicio el segundo tramo que llega al río Churubusco. La inversión ha sido de $150 000 000.” 
 
Posteriormente, se hace mención al hecho de que: “Se iniciaron los trabajos en la construcción de la rama poniente del anillo periférico del Distrito Federal. Esta nueva arteria unirá las carreteras de Querétaro y de Toluca con la supercarretera de Cuernavaca, ligando ésas con la de Puebla a través del viaducto del río de la Piedad. Esta vía será de circulación de alta velocidad, y contará con tres fajas en cada sentido, beneficiando a diversas colonias proletarias localizadas en su trayecto. Su longitud, desde la calzada del Conscripto hacia el poniente, para seguir al sur paralela a la vía del ferrocarril de Cuernavaca, hasta la intercomunicación de San Jerónimo y el río de La Magdalena, será de 15 1/2 kilómetros, contando con los necesarios pasos a desnivel y para peatones.”
 
En el primero de estos tres párrafos se pone de manifiesto la contribución que han hecho las corrientes acuáticas, es decir, antiguos ríos y canales, al sistema vial de la Ciudad de México, percibido incluso en la conservación de la denominación que ha prevalecido en la nomenclatura de las avenidas que pasan encima de los tramos entubados. Tal es el caso de lo que se ha calificado como el único río vivo que persiste en la capital mexicana, el Río de La Magdalena, y la indudable cita que se hace del Río del Consulado, corriente artificial entubada originalmente en 1944.
 
Por otra parte, en el segundo párrafo citado, López Mateos señala que en julio de 1960 se abrió a la circulación el tramo que comunica de manera continua (salvo algunos semáforos existentes en la zona central) el Zócalo con el Viaducto Río de la Piedad, bautizado en sus orígenes con el nombre del Presidente que construyó e inauguró la primera vía de inspiración californiana de la Ciudad de México, Miguel Alemán Valdés, construida igualmente sobre el entubamiento de una preexistente corriente acuática.
 
Resulta conveniente señalar la mención que se hace de la ampliación a cinco carriles de la Avenida Pino Suárez. 
 
En el mismo sentido, debe de resaltarse la alusión al inicio de la construcción de la rama poniente del Anillo Periférico, la cual se diseñó pensando en conectar las carreteras de Querétaro y de Toluca con las supercarreteras de Cuernavaca y Puebla, y que en esta parte transcurriría de la Calzada del Conscripto hasta la intercomunicación de San Jerónimo y Río de La Magdalena.
 

El tercer informe
No debe dejar de anotarse, y hacer del conocimiento la entrada que tiene esta porción del documento: “El Gobierno del Distrito Federal sigue atendiendo, sin omitir esfuerzos, la solución de los problemas de dicha jurisdicción, agravados por un crecimiento extraordinario de la población. Este hecho se deriva de una inmigración creciente de personas que vienen a radicarse de la capital de la República, en especial de los estados circunvecinos. En consecuencia, la exigencia de mejores servicios públicos y la ampliación de los mismos para la satisfacción de las necesidades de la colectividad, se convierte en una tarea permanente y cada vez más difícil.”
 
A continuación, el carismático Presidente apunta que: “Con el propósito de resolver los apremiantes problemas que aquejan a los grandes conglomerados que habitan en las colonias proletarias del Distrito Federal, han sido intensificados los programas de trabajos para dotar a estos centros de población de los servicios públicos esenciales para vivir dignamente. Redes de agua potable, pavimentos, alumbrado, escuelas, avenidas y mercados son las obras que el Gobierno del Distrito Federal ha venido realizando con acrecentada eficacia en la periferia de la ciudad, en beneficio de la población humilde que es la más necesitada.”
 
En el propósito principal de esta pieza, transcribimos lo que salió de la boca de Adolfo López Mateos en ocasión de esta tercera comparecencia: “El plan de mejoramiento vial sigue realizándose con tesón. Los trabajos terminados recientemente son el segundo tramo de la Calzada de Tlalpan entre los ríos de La Piedad y Churubusco; la Avenida Río de La Magdalena entre la Avenida de la Universidad y la Unidad Independencia; la Avenida Central en la colonia Las Águilas; la Avenida Río del Consulado entre Insurgentes Norte y el Boulevard del Puerto Aéreo. Actualmente se construyen el Anillo Periférico que ligará las carreteras de Querétaro, Toluca y Cuernavaca en forma directa, y las de Puebla y Veracruz, a través del Viaducto de la Piedad; la Avenida Río de San Joaquín, que unirá la carretera de Querétaro con la confluencia de las Avenidas Ejército Nacional y Mariano Escobedo; la ampliación y prolongación de la Avenida Santa María la Redonda, que conectará San Juan de Letrán con las calzadas de La Ronda y Vallejo.”
 
El Presidente López Mateos, además de hacernos saber las principales preocupaciones de su gobierno relativas al Distrito Federal, nos hace saber de la existencia de un plan de mejoramiento vial, el cual continuaba llevándose a cabo con fuerte impulso.
 
Al respecto, destaca que ha sido concluido el segundo tramo de la Calzada de Tlalpan, que va, así lo dice, del río de La Piedad al de Churubusco. De la misma manera, nos hace saber que ya está en operación la Avenida Río de La Magdalena, entre la Avenida Universidad y la Unidad Independencia, al igual que la Avenida Río del Consulado, en el trazo que va de Insurgentes Norte y Boulevard Puerto Aéreo. 
 
Relevante es el dato que aporta en el sentido de que continúa la construcción del Anillo Periférico, orientado a enlazar las carreteras de Querétaro, Toluca y Cuernavaca en forma directa, en tanto que las que van a Puebla y Veracruz lo harán a través del Viaducto Río de La Piedad.
 
Destacamos la información acerca de que entre esas obras se incluye la Avenida Río San Joaquín, destinada a vincular la carretera de Querétaro con la confluencia de las Avenidas Ejército Nacional y Mariano Escobedo, trayendo a nuestra memoria la época en la cual las glorietas proliferaban en la siempre bella urbe capitalina, en este caso la desaparecida Glorieta de los Hongos, obra del arquitecto Enrique Martínez del Campo. 
 
Por último, no deja de llamar nuestra atención la cita que López Mateos hace de una obra ubicada en el corazón del Centro Histórico: la ampliación y prolongación de una parte del ahora Eje Central, que va de la Avenida Santa María la Redonda a la conexión las Calzadas de La Ronda y Vallejo. 

El Cuarto informe
En su cuarta comparecencia ante el Congreso de la Unión, el año en el cual, tradicionalmente, en un México de añoranza, el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos se encontraba en el cenit de su poder, el 1º de Septiembre de 1962, Adolfo López Mateos, después de su protocolaria presentación, afirmaba, “La paz, la libertad y el espíritu de  trabajo imperan en la República”. Robándonos el título de entrañable película, no queda más que decir: ¡Ay qué tiempos aquellos Señor Don Simón!
 
Líneas más adelante, nuestro admirado Primer Magistrado Adolfo López Mateos, junto con Isidro Fabela y Gustavo Baz Prada, lo único rescatable del negado e inexistente Grupo Atlacomulco, apunta en la introducción a lo realizado por el Gobierno Federal en el espacio territorial desde donde se rige a la nación: “Es primordial empeño del Ejecutivo dar plena solución a los problemas urbanísticos del Distrito Federal; el mejoramiento y ampliación de servicios se realiza con preferencia de aquellos que beneficien al mayor número de habitantes. La población del Distrito Federal estimada al presente es de 5 500 000, con lo cual día son más complejos los problemas colectivos y requieren cooperación suma para resolverlos”.
 
En el propósito central de esta recolección, en dicho documento se pone de manifiesto: “El sistema vial ha mejorado con las siguientes obras: Avenida Anillo Periférico, conectada con el Viaducto Piedad; éste se prolongó desde la Calzada de Tlalpan hasta la Calzada Ignacio Zaragoza de nueva construcción, entre Río Churubusco y la Autopista a Puebla; Avenida Río San Joaquín con ramal hasta Cuatro Caminos; Calzada de los Misterios, que liga la glorieta de Peralvillo con la Avenida Insurgentes Norte; Avenida de San Fernando, que comunica la Calzada de Tlalpan con la Avenida Insurgentes Sur; las Avenidas Santa María la Redonda, Morazán, Coyuya y Paso y Troncoso fueron prolongadas con las nuevas grandes arterias de la Ciudad.
 
“Las obras que favorecen directamente a 83 colonias implicaron la inversión $ 104 000 000. Se entregaron títulos de propiedad a 2 000 colonos.
 
En abierto y merecido elogio al eficiente Regente Uruchurtu, el Presidente no omite señalar: “Eficaz y empeñosa ha sido la atención dada por el Departamento del Distrito a todos y cada uno de los servicios municipales. El esfuerzo realizado, de preferencia en la periferia de nuestra urbe, responde al propósito programado de elevar las condiciones de vida de más de 3 000 000 de habitantes que residen en las colonias populares y delegaciones, llevando hasta ellos obras y servicios de primer orden.”
 
En  esta comparecencia, López Mateos da cuenta de que el plan de mejoramiento vial de la concentración urbana, origen del nombre y de la existencia de esta nación, va en el curso correcto. El Anillo Periférico cumple su misión de interconectar la red de carreteras centralizadas en el famoso Kilómetro 0, pues mediante la prolongación del Viaducto del Río de la Piedad desde la Calzada de Tlalpan hasta la Calzada de Zaragoza (que atraviesa una de las mayores concentraciones urbanas de la Metrópoli construida sobre terrenos inhóspitos del Vaso de Texcoco), aclarando que ésta última se encuentra en construcción, permitirá llegar con facilidad a la Autopista de Puebla. 
 
Refiriéndose a otros rumbos de la ciudad, cita que la Avenida Río de San Joaquín tiene un ramal que se prolonga hacia Cuatro Caminos, en tanto que lo realizado en la Calzada de los Misterios permitirá ir de la glorieta de Peralvillo a la Avenida Insurgentes Norte.
 
En el sur, López Mateos, nos da un dato que le agradecemos: está abierta la Avenida San Fernando, que abrirá el tránsito entre la Calzada de Tlalpan con Insurgentes Sur. En tanto que, en el centro y el oriente del Distrito Federal, la prolongación de las Avenidas Santa María la Redonda, Morazán, Coyuya y Francisco del Paso y Troncoso permitirá su enlazamiento con las nuevas arterias de la ciudad. 

El quinto informe
Poco antes de resolver de manera tan irresponsable el problema de la sucesión presidencial, pensado por un servidor en relación al futuro de un país que parecía conocer y querer tanto, Adolfo López Mateos reitera, refiriéndose a lo que su gestión ha hecho en relación al Distrito Federal: “El programa de obras y mejoramiento de servicios en el Distrito Federal tiende al beneficio de todos y cada uno de sus habitantes.”
 
En lo que nos ocupa, manifiesta que: “Prosigue la tarea de dar máxima fluidez al tránsito y a la rápida transportación dentro de la cada vez más dilatada capital.
 
“A este propósito quedaron abiertas las siguientes avenidas: Río de Churubusco, con extensión de 12 y medio kilómetros; antiguo Canal de Miramontes, con 7 y medio kilómetros; segundo tramo del Anillo Periférico, entre Barranca del Muerto y San Jerónimo, con 4 y medio kilómetros; pasos a desnivel sobre la Avenida Insurgentes Norte en el cruce con la Calzada de Nonoalco y en torno al Monumento de la Raza; ampliación de la misma Avenida Insurgentes entre Ribera de San Cosme y Calzada San Simón.
No deja de indicar que: “Dotadas con la mayor amplitud y con obras complementarias, estas realizaciones no sólo cumplen funciones de vialidad, en provecho de todos los habitantes y visitantes de la ciudad, sino también han resuelto problemas de higiene y urbanismo, pues han regenerado vastas zonas que antes eran focos de insalubridad.”
 
Pese a su breve referencia, es valiosa la información que aparece en el tercer párrafo citado del penúltimo informe presidencial de López Mateos. Nos hace saber que están abiertas a la circulación, de automóviles, rutas tan importantes como Río Churubusco y el antiguo Canal de Miramontes.
 
Al igual, es de manifestar gratitud en relación al dato acerca del tramo del Periférico que va de Barranca del Muerto a San Jerónimo. Habría que esperar al siguiente sexenio, en cumplimiento de las exigencias del Comité Olímpico Internacional para atender los requerimientos exigidos para otorgar a nuestro país la sede de la incomprensible XIX Olimpiada, la prolongación de esta importantísima vía hasta Cuemanco.
 
 
El sexto informe
El 1º de septiembre de 1964, Adolfo López Mateos cumplió, por última vez el mandato constitucional de informar al Congreso de la Unión acerca del estado que, para entonces, guardaba la Administración Pública Federal.
 
Tocante al sistema de comunicación interna del Distrito Federal, señala:
 
“En este año, las avenidas terminadas y las que están por terminarse suman 45 kilómetros. La más importante es la prolongación del Paseo de la Reforma hasta la Glorieta de Peralvillo, con 6 kilómetros de longitud, que regenerará dilatadas zonas laterales y que ha implicado la ampliación de las calles de Rosales, Hidalgo, Puente de Alvarado y Valerio Trujano, esta última para ligar al Paseo con la Avenida Hidalgo; la Calzada Ermita-Iztapalapa se prolongó hasta el entronque con la autopista de Puebla; la de San Juan de Aragón, entre la antigua carretera de Pachuca y la Unidad Habitación de ese nombre.
 
“Otras nuevas avenidas son la Calzada de Vallejo, prolongación de San Juan de Letrán, de la Calzada de la Viga y de Cuauhtémoc; Río de la Magdalena, Pacífico, Canal de Santa Coleta, Oceanía y Eduardo Molina.”  
 
Adolfo López Mateos, en su formal despedida del cargo que había asumido en diciembre de 1958, cuando todo el país estaba ya a la espera de lo que haría el sucesor, cita en el breve formato, que se le permitía en ese entonces, una serie de referencias de la mayor importancia.
 
Primero, es la mención a la segunda prolongación de la avenida porfiriana, herencia de Maximiliano, indudablemente, a pesar de su origen y las consecuencias que tuvo para el desarrollo de la Ciudad de México, la ruta urbana más cercana a lo sublime de México: el Paseo del Emperador, o de la Emperatriz, el Paseo de la Reforma. Alguien ha dicho que esta obra tuvo la intención de comunicar de mejor manera el desarrollo habitacional de mayor envergadura, no sólo del sexenio, sino de un tiempo que se prolonga hacia la nada.

Situado en un sitio pletórico de signos funestos para nuestra historia como pueblo, como patria, la Unidad Habitacional Nonoalco Tlatelolco fue una de las insignias del sexenio. Se dice que la tercera extensión del Paseo de la Reforma, al cual también se le dotó de glorietas y de las estatuas de los próceres provincianos, cuyos gobiernos de las entidades de origen habían ignorado la propuesta de Francisco Sosa, fue para comunicar de manera más eficiente al nuevo desarrollo.

No omite puntualizar que, además, ello implicó la ampliación de las calles de Rosales, Hidalgo, Puente de Alvarado y Valerio Trujano.

De la misma manera, en el oriente de esta amada ciudad, sobresale su indicación de que la Calzada Ermita-Iztapalapa se había entroncado con la autopista de Puebla. En el noreste de la urbe, la Calzada San Juan de Aragón ligaba la Unidad Habitacional del mismo nombre con la antigua carretera a la capital hidalguense.
 
Como si fuera una pieza musical, esta sinfonía de realizaciones concluye con la alusión a un conjunto de nuevas avenidas, determinantes en el funcionamiento de la capital mexicana, como la Calzada de Vallejo, o la prolongación de San Juan de Letrán, la Calzada de la Viga, o bien, Cuauhtémoc, Río de la Magdalena, Pacífico, Canal de Santa Coleta, Oceanía y Eduardo Molina.”
 
Este es el resultado del análisis del testimonio formal, obligado por su mandato, que rindió un hombre a quien, como en cualquier otro caso, su actuar político lo puso al frente de la mayor encomienda a la cual aspira un político mexicano, incluida en ésta lo que, en aquellos tiempos quedaba bajo su responsabilidad: lo que acontecía en la sede material de lo que se definió desde tiempos añejos como el Distrito Federal, con un antecedente más remoto, entonces y ahora, la bellísima e inconmensurable Ciudad de México.