jueves, 20 de noviembre de 2008

1. Introducción

El presente ensayo resume lo recolectado en un curso impartido durante cerca de ocho años, en lo que fue el Programa de Integración de la Universidad Iberoamericana (UIA). La materia, llamada “Historia de la Ciudad de México” se ofrecía a estudiantes de todas las carreras en la Unidad Santa Fe, como una de las tantas optativas del tema dedicado a aspectos sociales e históricos. En el diseño original, cumplía el propósito de brindar en cada unidad de la UIA, la oportunidad de que los alumnos conocieran la historia de la región donde se encontraba asentada.

En la época en la cual se nos encomendó esta responsabilidad, la documentación era ya abundante, una simple consulta en la Biblioteca de la universidad nos daba una impresionante relación de títulos. Sin embargo, para un intento de difusión como fue concebida nuestra labor, se planteaban dos problemas. El primero de ellos era la ausencia de una obra que diera cuenta del desarrollo de la Ciudad de México, en una visión panorámica que cubriera todas las etapas, y que llegara hasta el momento actual. El segundo, la falta de conocimiento que caracterizaba a la mayoría de los integrantes de los grupos, que impedía hacer referencia a lugares, edificios, monumentos, etc., que uno creía eran identificables con facilidad. Puede ser risible, pero en uno de los semestres, cuando se disponía de una mayor variedad de apoyos visuales, varios de los alumnos ignoraban donde se encontraba la Glorieta del Metro Insurgentes.

El material existente permitió elaborar una secuencia cronológica de los períodos en los que se desglosa la historia de la urbe, en la cual el año tentativo de la fundación de la ciudad mexica, el de 1325, nos planteó varias interrogantes. La primera de ellas, el hecho de que en menos de un par de siglos, pasara de ser un villorrio a convertirse en una ciudad imperial, encontró su explicación en el hecho de que su desenvolvimiento no se dio en el vacío, pues, como se dice, de la nada, nada surge. La preexistencia de modelos urbanos, vigentes en la memoria colectiva de aquellos tiempos, cuyas ruinas materiales eran un testimonio de grandeza, como Teotihuacan, o aún en vida decadente como Tula, o el casi desconocido trazo de la capital de los tepanecas, permitieron a los mexicas disponer de los elementos necesarios para no partir de cero.

De ahí surgía otra pregunta, que nos llevaba a indagar las razones del atractivo de esta región, en la que se han asentado grupos humanos desde hace más de 20 mil años, que recorrieron los estadios evolutivos, desde la edad de piedra, pasando por la domesticación de plantas y animales útiles, sustento de la vida sedentaria, hasta llegar a la conformación de complejas organizaciones sociales.

Una respuesta tentativa la tomamos de Francois Chevalier (1), y aparece al contrastar esta región, la denominada Cuenca del Valle de México, con el contexto inmediato, el llamado México Nuclear, corazón geográfico, histórico y cultural de la patria, así como al confrontarla en el plano nacional. Esto, lo debemos reconocer, nos lleva a retomar una teoría bastante desprestigiada, pero útil para nuestros propósitos al despojarla de los elementos discriminatorios, el determinismo geográfico.

Por razones que sólo la geografía puede explicarnos, la Cuenca del Valle de México se constituye en un espacio excepcional desde el punto de vista de los recursos que concentra, esenciales para la vida humana, como son el clima, el agua, la fauna y la flora que pueden ser útiles, y que propiciaron la atracción de los migrantes desde tiempos milenarios.

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