viernes, 17 de julio de 2015

Caminando otra vez por Insurgentes

Se ha dicho que Insurgentes es la avenida “más grande del mundo”. Aunque esto puede ser discutible, lo que sí puede afirmarse, es que Insurgentes es la calle en cuyo recorrido se encuentran diseminadas evidencias que nos hablan de todas las etapas de desarrollo de la Ciudad, desde el Siglo XIV, en el cual se sitúa, hacia el año 1325, la fundación de capital del dominio de los Mexicas, hasta el día de hoy.
 
 
Además, este horizonte puede ampliarse hasta antes de los principios del primer milenio, ya que encontramos a su vera los antecedentes de lo que ha sido considerado el primer centro urbano del Valle de México, Cuicuilco, con lo cual la perspectiva que se alcanza a lo largo de esta vía es de más de dos mil años.
 
El propio desarrollo de Insurgentes, que adquiere su nombre hacia el año de 1953, nos va reflejando el de la propia ciudad, determinado en principio por las comunicaciones de la capital hacia el norte y el sur del país.
 
De esta manera, por ejemplo, la parte septentrional está en función de las estaciones de tres concesiones ferroviarias cuyos patios de maniobras y estaciones estuvieron en las cercanías de Insurgentes (Colonia, Buenavista y Nonoalco), las cuales conducían hacia destinos fronterizos y a Veracruz, saliendo del Valle de México por lo que viene a ser su salida natural.
 
Hacia el sur, tenemos la salida para Acapulco, cuyo camino, originalmente, partiendo del corazón de la urbe, utilizaba la ruta más antigua de la Ciudad, es decir, tomaba la Calzada de San Antonio y Tlalpan, seguía por Coyoacán y San Angel, llegando a lo que se conocía como San Agustín de las Cuevas (Tlalpan).
 
En el pasado, Insurgentes Sur fue una vía llamada Calzada de las Guardias, que, atravesando los antiguos ranchos y haciendas, llegaba a San Angel.
 
A lo largo de aproximadamente 28 Km de largo (medidos sobre mapa) esta avenida es casi un museo vivo del transcurrir histórico y cultural de la urbe. Comenzando por las estatuas que Alejandro Casarín esculpió hacia 1890, representando los señores mexicas Izcoatl y Ahuizotl, y que anduvieron por otras partes de la Ciudad (Reforma y el Paseo de la Viga), hasta que en 1938, se les colocó donde en lo que era el inicio de la carretera a Laredo.
 
Ahí permanecieron muchos años, y tiempo después parecían extraviadas en el tráfago de una de las estaciones del Metro de mayor afluencia. Nos referimos a los Indios verdes, nombre coloquial que les puso el pueblo por haber adquirido esta coloración al exponerse al medio ambiente y que hace poco tiempo, después de una rehabilitación fueron situadas en un parque público.
 
El recorrido continúa por el tramo en el cual Insurgentes tiene una mayor anchura y el aspecto de una vía rápida, que transcurre bordeada a los lados por una franja que semeja un arbolado jardín interminable. Esta porción fue adecuada paralelamente a la prolongación, hacia 1979, de la Línea 3 del Metro (Universidad-Indios Verdes). Por cierto, en los terrenos de la terminal Indios Verdes se establecieron, hacia 1946, los Estudios Cinematográficos Tepeyac
 
Además de las comunicaciones ferroviarias y carreteras, influye también la localización de la Basílica de Guadalupe, ya que Insurgentes pasa en las inmediaciones del santuario donde, según narra el Nican Mopohua, se dieron las apariciones de Nuestra Señora del Tepeyac en Diciembre de 1531.
 
Esta zona, del lado de la Basílica, se fraccionó en el período 1920-1940, y la contraparte, donde se encuentra la Col. Lindavista, a mediados del Siglo XX. En esta zona, tuvieron lugar las experiencias inmobiliarias del empresario norteamericano Teodoro Gildred.
 
Más adelante, en el cruce con el Circuito Interior, donde existió antiguamente un canal llamado Río Consulado, se levanta, simulando una pirámide, el Monumento a la Raza, del Arq. Luis Lelo de Larrea, inaugurado en 1940, época en la cual se edificó igualmente el Hospital, que por la cercanía, lleva también el nombre de la Raza.
 
Viene a continuación un sitio cargado de historia, escenario por lo general de hechos funestos, ocurridos en el pasado lejano y reciente, obra del Arq. Mario Pani, que vino a ser el mayor proyecto habitacional del Siglo 20 y, con seguridad, la obra urbana sobre superficie de mayores dimensiones en todo el país, el Conjunto Urbano Nonoalco Tlatelolco, con sus más de 11 mil departamentos. Tlatelolco nos remite a la derrota final del pueblo mexica en 1521, al violento desenlace del movimiento estudiantil del 68, así como a la tragedia provocada por los sismos de Septiembre de 1985. En contrapartida, un recuerdo de indudable luminosidad es que en los antiguos parajes del Conjunto Urbano Nonoalco Tlatelolco, se filmó la película "Los Olvidados", de Luis Buñuel.
 
Entramos ahora a la zona de ferrocarriles del porfiriato. Después del puente y el paso a desnivel, podemos observar el sitio en el cual se construyó la primera terminal ferroviaria de la Ciudad, la Estación de Buenavista, ésta se ubicaba en el lugar donde ahora se alza la Delegación Cuauhtémoc, factura de una pareja de arquitectos que ha tenido un gran éxito en trabajos conjuntos: Abraham Zabludowsky y Teodoro González de León.
 
De ahí partían los trenes con destino a Veracruz y, a finales de los años cincuenta del siglo pasado, al centralizarse en una nueva edificación todas las líneas existentes, el nombre fue adoptado por la ya desaparecida terminal ferrocarrilera del Valle de México, subsistiendo en la actualidad en las estacines finales del tren suburbano y de la Línea B del Metro.
 
En las cercanías, aparecen las oficinas nacionales del PRI, construidas en los años climáticos de esa organización política. El inmueble está ahí desde 1963, con un mural de mosaico de piedras, realizado por Fernando Epens, el artista que diseño el escudo nacional.
 
Sobre la misma calle, a dos cuadras de Insurgentes, tenemos otro testimonio, valioso de la época porfiriana, con su estructura de fierro a la vista, El Chopo, originalmente llamado Palacio de Cristal o de la Exposición Japonesa, cuyas partes fueron fundidas y maquinadas en Alemania, habiendo sido armadas en México bajo la dirección del Ing. Luis Bacmeister. Fue inaugurado en 1904 por el propio Presidente Porfirio Díaz.
 
Unos cientos de metros más adelante, pasando lo que fue la antigua Calzada México-Tacuba, una de las vías de mayor antigüedad en la Ciudad, ya que su trazo data de la época de México-Tenochtitlán y con un poco de imaginación podemos visualizar la atropellada huída de las huestes de Hernán Cortés en el episodio conocido como la Noche Triste, nos topamos con los años treinta.
 
Sobre la calle de Gómez Farías, a la izquierda con respecto a nuestra dirección, está la mole que rinde homenaje al estallido social de 1910, destino final de lo que iba a ser el Palacio Legislativo del Porfiriato, el Monumento a la Revolución, del Arq. Carlos Obregón Santacilia, a quien se debe su actual configuración; data su nombre de 1938, y cabe señalar que nunca se le inauguró formalmente.
 
Antes de llegar a nuestra siguiente parada, al final de la cuadra, se encuentra el Monumento a la Madre, obra del escultor Fernando Luis Monasterio, inaugurado el 10 de Mayo, del año de 1949, por el Presidente Miguel Alemán, en las inmediaciones de lo que fue la Estación Colonia, operada por el Ferrocarril Nacional Mexicano, con salidas a Nuevo Laredo, pasando por Toluca y Acámbaro, con un ramal a Guadalajara. La calle de Sullivan nos recuerda el nombre del James Sullivan, empresario norteamericano que recibió la concesión para construir el ferrocarril México - Nuevo Laredo durante el gobierno de Manuel González (1880 - 1884), el cual se inaguró finalmente en 1887
 
Estamos ya cerca de del cruce de una vía muy importante para Insurgentes, la más suntuosa no sólo de la capital, sino de toda la República, el Paseo de la Reforma. Porfirio Díaz develó el conjunto escultórico llamado el Monumento a Cuauhtémoc, en medio del tráfico citadino, en raras ocasiones tenemos ocasión de admirar los resultados de la conjunción de esfuerzos de ese puñado de artistas encabezados por Francisco Jiménez, Miguel Noreña y Gabriel Guerra.
 
En mucho, el Paseo de la Reforma influyó sobre el desarrollo de Insurgentes, propició la aparición de colonias como: la Cuauhtémoc y la joya urbanística del Porfiriato, la Juárez, conocida mejor en este tramo, sobre todo la parte derecha como la Zona Rosa, bautizada así por el pintor José Luis Cuevas, en los sesenta.
 
Pocas veces, cuando pasamos por ahí, llegamos a pensar en lo complejo que resultó la solución urbanística al encuentro de tres avenidas (Oaxaca, Chapultepec e Insurgentes) y lo que precipitó una solución parisino-porfiriana al paso de la primera línea del Metro puesta en operación en 1969, ese submundo urbano que es la Glorieta Insurgentes.
 
No debe de olvidarse que ahí cruzaba el acueducto construído en el Siglo 18, que provenía de Chapultepec. Transcurriendo este paso, que exigió la compleja articulación de las mencionadas vías, en una solución técnicamente insuperable, caemos de lleno, a otra colonia porfiriana: la Roma.
 
Avanzamos unas cuadras y lo que a primera vista es un remanso, el Jardín Juan Rulfo, nos evoca una de las varias huellas que podemos rastrear en esta vía de los terremotos de 1985. Tampoco puede dejarse de lado que ahí estuvo una de las casas que habitó María Antonieta Rivas Mercado.
 
Tras el cruce con la Av. Yucatán, se levanta un viejo monstruo, el poco conocido, pero imponente, Condominio Insurgentes, y enfrente, lo que Edgar Tavares califica como una de las joyas del Art Déco, el Edificio Picadilly, de 1932.
 
Un elemento fundamental de la Av. Insurgentes, que también contribuyó definitivamente a su configuración actual, en el cruce con la Av. Sonora, es la primera sucursal que decidió instalar Sears en la Ciudad de México y cuya primera llamada de atención nos las dio un ingeniero agrónomo, Edmundo Flores, quien en su "Tratado de Economía Agrícola", nos dijo que tal decisión marcaría irremediablemente a Insurgentes y, en cierto sentido, a la Ciudad entera. (Según se indica en dicha fuente, esta determinación se tomó en 1949, adquiriendo los terrenos de lo que fue la sede del Colegio Americano).
 
A partir de entonces, se precipitaría no sólo un intenso cambio en el uso del suelo de los terrenos a la diestra y a la siniestra de Insurgentes. Aparecerían entre las tendencias metropolitanas, lo que Claude Bataillon calificó como la ruptura del centro tradicional.
 
Después, podemos contemplar el Conjunto Aristos, de Jose Luis Benlliure Galán, diseño que se adelantó a su época, ya que data de 1957. En la esquina anterior, la obra de José Creixell, un hombre que se había distinguido más como calculista que como arquitecto, y por ello se jactaba de lo sólido que fueron sus obras.
 
En el cruce con Av. Baja California, se encuentra un conjunto que ocupa toda una manzana y donde sobresale lo que fue el Cine Las Américas, que se debe al principal promotor del funcionalismo, el Arq. José Villagrán.
 
Hasta principios de los años 20, Insurgentes, que aún no se llamaba así, llegaba hasta la Glorieta Chilpancingo, sitio donde concluía una de las líneas del tranvía y de la cual hasta hace muy poco quedan algunos restos de las vías.
 
En la dirección que llevamos, a la derecha de la Glorieta Chilpancingo, se encuentra el Edificio Armillita, denominado así por haber pertenecido al torero Armillita y que es obra del Arq. Francisco Serrano.
 
Unas cuadras más adelante, se encuentra el cruce con la primera de las vías rápidas de la Ciudad de México: el Viaducto Presidente Miguel Alemán, bautizado así en honor de quien gobernó al país entre 1946 y 1952, habiéndolo inaugurado un año antes del fin de su mandato.
 
En 1950, el mismo Presidente puso en funcionamiento la adecuación de la actual Av. División del Norte, que corre sobre la antigua Av. Acueducto, donde hacia los años 20 se había puesto en operación un acueducto que traía agua de los manantiales de sur, aparentemente de Xochimilco.
 
Pasado este cruce, atravesamos los linderos de las colonias la Nápoles y la Col. Del Valle que se deben a uno de los más notables fraccionadores del Siglo XX,: José G. de la Lama, cuyos herederos vendieron el terreno donde se encuentra uno de los símbolos, en todo sentido de la Ciudad y del país: el que fue pensado originalmente como un gran hotel: The World Trade Center, iniciado hacia el año de 1967 y que aún no concluye en su totalidad. Lo que si estuvo muy a tiempo fue: el Polyforum Cultural Siqueiros.
 
Subsisten en esta zona algunos de los edificios de la época, algunos muy transformados, otros definitivamente desaparecidos como la Quinta Californiana que se localizaba en la Col. Nápoles, cerca del cruce con el Eje 5.
 
Dos grandes vestigios de un pretendido proyecto denominado Ciudad de los Deportes, se nos presentan a continuación a una y dos cuadras de Insurgentes; datan de 1945: el actual Estadio Azul, el segundo de su tipo con el cual contó la Ciudad, y la Plaza México, ésta sí, la más grande del mundo.
 
Ambos escenarios, se construyeron aprovechando los socavones que dejó la explotación del material utilizado por las ladrilleras de la Ciudad, como ocurre con el oficialmente llamado Parque Luis G. Urbina y al cual desde el principio, allá por 1924, fue bautizado popularmente como el Parque Hundido.
 
Enfrente, transcurriendo una pequeña cuadra, se nos aparece el Siglo XVI, declarada ya patrimonio histórico de la urbe: la Capilla de San Lorenzo. Más adelante, tenemos a la izquierda, la sucursal Liverpool Insurgentes que nos da cuenta de ese proceso metropolitano, denominado la ruptura del centro tradicional, y que se encontraba ya muy avanzado en los años en los cuales se edificó, cuando una serie de actividades dejaron de estar concentradas en el viejo distrito comercial del ahora Centro Histórico.
 
Estamos ya en lo que fue la Glorieta Manacar, donde atraviesa la parte sur del Circuito Interior, sobre lo que anteriormente fuera otro río. Aquí se ubicó hasta hace poco, y ya dividido en varias salas, el primer cine, que junto con el Diana, constituyó en su momento una propuesta novedosa en la exhibición cinematográfica.
 
Y más adelante, la última obra de Diego Rivera, en el Teatro de los Insurgentes. Posteriormente, continúan una serie de edificios de importantes arquitectos mexicanos representativos de la segunda mitad del siglo XX como, Ramírez Vázquez, González de León y Díaz Infante.
 
Después de la Col. Florida, avistamos el Monumento a Álvaro Obregón, proyectado por Enrique Aragón, donde dos estatuas gigantescas flanquean la puerta, representando a la industria y la agricultura; el conjunto escultórico del norte representa al pueblo en armas y el del sur a la paz conquistada por la Revolución, siendo factura del notable escultor Ignacio Asúnsolo.
 
En esta parte, nuestra avenida pasa sobre lo que fue la huerta del Convento del Carmen o Convento de San Ángel (Siglo XVII).
 
En los confines de la zona de San Ángel, y en las inmediaciones de Ciudad Universitaria, como si fuera un anticipo de lo que viene a ser su mayor contribución al entorno citadino, se ubica el Homenaje a Rufino Tamayo, de Teodoro González de León.
 
Concebido como un eje rector del proyecto original de CU, la Avenida Insurgentes atraviesa el campus de Ciudad Universitaria, considerada la muestra más representativa de la arquitectura mexicana de mediados del Siglo 20 y que, como sabemos, ha sido elevada al rango de Patrimonio Universal de la Humanidad. En esta parte de nuestro paseo, se aprecia el célebre Estadio Olímpico, decorado por Diego Rivera, la Rectoría, la biblioteca donde Juan O´Gorman realizó el mosaico de piedras naturales “más grande del mundo”, los murales en relieve de Siqueiros, hechos para eso, para ser vistos desde un transporte en movimiento y luego el Centro Cultural Universitario donde, del lado poniente, nos recibe un mural en mosaicos de Carlos Mérida.
 
Al cruzar Periférico, destacan tres esculturas abstractas monumentales de la famosa Ruta de la Amistad organizada por el Arq. P. Ramírez Vázquez para revestir la Olimpiada México 68 (Polonia, España e Italia).
 
Transcurrida esta ruta de nombre extraño, pues está lejos de ser un anillo que bordea la periferia de la Ciudad, siendo más bien un gigantesco circuito interior, entramos a lo que es la última parte de este viaje.
 
Del lado derecho, tenemos un legado de los XIX Juegos Olímpicos, la Villa destinada al alojamiento de los equipos deportivos que participaron en la justa y que serían comercializado al concluir ésta.
 
A la izquierda, se observa la incorrectamente llamada Pirámide de Cuicuilco, ya que está lejos de corresponder a esta figura geométrica, y que es la parte que sobresale del centro ceremonial, emergiendo del manto de lava arrojado por la erupción del Xitle, un cono subsidiario del Ajusco que acabó a principios de nuestra era con lo que se ha considerado fue el primer asentamiento urbano en el Valle de México. Más que una pirámide, se trata de una estructura de tres cuerpos circulares superpuestos, que tiene entre tantas cosas, el mérito de ser el inicio de la arquitectura ceremonial en esta parte de nuestra patria y anticipa la orientación que tendrían edificaciones posteriores, como la Pirámide del Sol en Teotihuacan o el Gran Teocalli (mal denominado Templo Mayor) de México Tenochtitlán.
 
Esta parte de Insurgentes va sobre terrenos del antiguo San Agustín de las Cuevas, lugar notable en la época colonial y en el siglo antepasado, por lo benigno de su clima y la abundancia de agua, razones que lo llevaron a ser un lugar de descanso y paseos, así como una zona atractiva para instalar residencias de adinerados, monasterios, fábricas y hospitales.
 
Al final del recorrido nos encontramos con un conjunto escultórico muy representativo, pues se trata de un homenaje a aquellos ingenieros, técnicos y peones que comunicaron nuestro país, proyectando y construyendo sus caminos. Levantado hacia 1956, el Monumento al Caminero, factura del escultor Ramiro Gaviño, quien dispuso de la colaboración como talladores de David y Joaquín Gutiérrez, viene a ser el punto que marca el fin de esta notable vía y el de nuestra caminata. Este sintetizado catálogo de puntos que toca la Avenida de los Insurgentes, en su transcurrir, nos puede dar una idea de la cantidad de interesantes e importantes temas que se pueden desarrollar en pro de la información de calidad y la cultura amena y entretenida.